LA NOTICIA DE PERFIL
Manual para Huelgas de Hambre
Manual para Huelgas de Hambre
Paulovich.- Cuando me enteré que algunos ciudadanos se habían declarado en huelga de hambre hasta las últimas consecuencias (cual reza una fórmula casi sacramental) pregunté a mi dama de compañía que en mi caso mejor sería llamarla “chola de compañía”, si ella había tomado esa dramática determinación. Macacha me respondió que “jamás lo había hecho y que nunca lo haría porque estaba convencida de que en nuestro país las huelgas de hambre concluyen a la hora de almorzar”.
Esa respuesta me pareció humorística, aunque no por eso alejada de la verdad, y fue el comienzo del diálogo que sostuvimos acerca de la huelga de hambre en Bolivia, un dramático recurso utilizado en nuestro país, dentro del sentimiento trágico de la vida que tenemos un gran número de los nacidos en esta tierra y que seguramente se manifiesta desde que somos guaguas, aunque la prensa no registra noticias acerca de la “huelga de pechos caídos” que adoptan algunas criaturas al enterarse que ellas votaron en las últimas elecciones presidenciales y que sufragaron por nuestro actual mandatario Evo Morales.
La cholita cochabambina quiso saber si yo me había declarado en huelga alguna vez, respondiéndole que jamás lo había hecho porque siempre fui periodista serio y como tal habría preferido declararme en “huelga de sed”, recurso mucho más riesgoso para la supervivencia de quien se propone hacerla. La “chica de Quillacollo” me dio la razón al aceptar que jamás había escuchado en nuestro país ni en la India del Mahatma Ghandi de una huelga de sed, que seguramente es más terrible que la de hambre pues aquellos que ayunan salvan sus vidas bebiendo agua u otros líquidos.
Yendo por el camino de las huelgas de hambre adoptadas por una mejor distribución de escaños para aquellos departamentos que disminuyeron de población, de acuerdo a los datos del Censo chambón, pregunté a mi Pariente Espiritual si ella en su “currículum” registraba alguna huelga de hambre, contestando Macacha: “No sé decir esa palabra tan fea” como “curriculum”, pero le puedo asegurar que nunca me declararé en huelga de hambre, pero cuando falleció mi esposo Don Nemesio (que en paz descanse) y hasta hoy, me he declarado en huelga de hombre, y pienso cumplirla hasta mi muerte. Sin atreverme a decir una sola palabra acerca de la huelga de hombre de mi comadre cochabambina, sólo se me ocurrió darle un estrechón de manos y decir estas palabras cual si ambos nos encontráramos en la puerta del templo de San Ildefonso en Quillacollo: “Sentido pésame, comadritay, le acompaño en su sentimiento”.
Como la cholita cochabambina no es ninguna tonta, sin soltar mi mano me dijo a continuación: “Muchas gracias, periodista hipócrita”.
Todo eso sucedió a raíz del sentido trágico de la vida que nos lleva a las huelgas de hambre, a las huelgas de sed, a crucificarnos, a tapiarnos, a cosernos los labios y otras medidas más cruentas aún.
|