EDITORIAL

Bolivia y el cambio climático

Bolivia y el cambio climático

Bolivia ha dado un radical viraje en sus políticas ambientales. A la luz de los datos disponibles, bueno sería que se reconsidere esa tendencia

Durante los últimos años, sin embargo, se ha dado un viraje radical en lo que a las políticas ambientales se refiere. Nuestro país no sólo que ha abandonado del todo su aspiración a encabezar el movimiento planetario de defensa de la “Madre Tierra”, sino que ha pasado a engrosar las filas de los que con más desdén actúan frente a las recomendaciones del panel intergubernamental.
Hace unos días, en Estocolmo, Suecia, ha sido presentada la primera parte del Quinto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés). Se trata, como afirman los autores, del estudio “más actualizado, completo y sustantivo del saber científico en materia de cambio climático”. Y si bien, como se afirma en el documento, muchas de las más pesimistas previsiones fueron revisadas a la luz de los nuevos datos, no lo han sido tanto como para poner en duda las principales advertencias con que esa instancia internacional trata de llamar la atención de los gobiernos del mundo sobre la gravedad del tema que aborda. Es que, según se afirma, el cambio climático no se ha detenido y la acción humana continúa siendo su principal responsable.
Entre los datos expuestos como prueba fehaciente de la tendencia a la que se refieren, es que la masa de hielo de Groenlandia y del Antártico se derrite en mayor proporción y más rápidamente de lo esperado. El deshielo de gran parte de los nevados andinos como el caso de Chacaltaya, en Bolivia, es también expuesto como uno de los ejemplos más ilustrativos.
Nuestro país, además, es considerado como uno de los que más contribuye al fenómeno aunque no, como los países más industrializados del mundo, como consecuencia del consumo de combustibles fósiles para hacer funcionar su aparato productivo, sino porque es uno de los que más rápidamente está perdiendo su cobertura vegetal como consecuencia de las políticas encaminadas a ampliar la frontera agrícola a expensas de los bosques tropicales. Así, Bolivia habría contribuido durante los últimos años al deterioro del ambiente planetario con una emisión de más de 25 giga toneladas de dióxido de carbono (CO2), como consecuencia de la deforestación de unas 350 mil hectáreas de bosques, lo que en términos per cápita resulta en una tasa 20 veces más alta que el promedio mundial y una de las más altas del mundo, superando los niveles de otros grandes países deforestadores.
Hasta hace algunos años, Bolivia se destacaba en el escenario internacional por ser uno de los que más seriamente se había propuesto afrontar el problema. Se llegó incluso a ver a nuestro país como un ejemplo digno de ser imitado.
Durante los últimos años, sin embargo, se ha dado un viraje radical en lo que a las políticas ambientales se refiere. Nuestro país no sólo que ha abandonado del todo su aspiración a encabezar el movimiento planetario de defensa de la “Madre Tierra”, sino que ha pasado a engrosar las filas de los que con más desdén actúan frente a las recomendaciones del panel intergubernamental.
Con tan elocuentes datos, y siendo tan evidentes las consecuencias que el cambio climático ya tiene sobre la actividad económica a través de inundaciones, vientos huracanados, sequías y diversas perturbaciones que sufre el ciclo agrícola, bueno sería que se haga un alto en el camino antes de perseverar en una política de desarrollo que, a todas luces, por muy rentable que sea en el corto plazo, es incompatible con el bienestar de las futuras generaciones de nuestro país y del planeta entero.