Tenía que suceder

Tenía que suceder

Gastón Solares Ávila.-. Por fin alguien ha reaccionado con el problema de nuestra emblemática Catedral y de su hermosa torre que nos identifica como ciudad. No se necesitaba ser ingeniero civil ni arquitecto para darse cuenta de que el deterioro que sufre nuestra hermosa Iglesia, requería de urgentes acciones de mantenimiento. Mientras más se tarda en ejecutar un plan, obviamente mayor es el costo.
Cuando se mencionó el estado de la torre en forma extraoficial con algunas autoridades municipales, se dijo que las entidades públicas estaban prohibidas por ley de efectuar inversiones o gastos en propiedades privadas, lo cual es evidente. Sin embargo, también es evidente que la Alcaldía tiene a su cargo el estado de la ciudad y, por tanto, es la responsable de encontrar soluciones recurriendo a aquello que se conoce como gestión. La Iglesia Católica, por supuesto, tiene protagónica función y es indispensable la coordinación y el trabajo de equipo.
Lo que queda de la iluminación que siempre fue un atractivo especial que le daba belleza a la vista nocturna, es una demostración de la dejadez de las autoridades correspondientes y del marasmo colectivo que se ha apoderado de los ciudadanos de esta otrora ciudad blanca y culta. Ahora, se hace gala de otra competencia entre autoridades, no de eficiencia, sino de organización de actividades pueblerinas en la Plaza de Armas de la Capital Constitucional de Bolivia.
No hay capacidad de reacción. Todo el mundo se ha resignado a permitir que las cosas continúen en el camino de la destrucción de las tradiciones, del respeto a la ciudad y a sus instituciones. La acera de la Iglesia Catedral que da a la Plaza, es servicio higiénico público y la calzada, parqueo de los vehículos de la Gobernación.
Es seguramente por esas razones que los turistas que llegan son en su mayoría mochileros que no dejan beneficio, no damos a la gente el trato que merece cuando nos visita. Da vergüenza cuando vemos a los gringuitos atisbar nuestros templos por las rendijas y cuando preguntan a que hora se abren los museos. La falta de seguridad es la razón o el pretexto para que siempre estén cerrados, sobre todo los que pertenecen a la Iglesia.
No se vislumbra ni siquiera un esfuerzo mínimo para revertir la actual situación, pues las autoridades creen que están haciendo una excelente gestión y no tienen tiempo para caminar por la ciudad pateando basura y tropezándose en las aceras, como lo hacemos los demás ciudadanos.
Claro que las soluciones no son fáciles, especialmente porque tienen que capear el temporal ocasionado por problemas creados por las diferencias ideológicas y políticas, lo que les impide ver la realidad como la vemos nosotros. Mientras tanto, lamentablemente, el deterioro sigue su inexorable curso.
El contenido de estas notas no pretende, de ninguna manera, contagiar pesimismo, sino crear reacción, desde el punto de vista positivo. Si no se dan cuenta de lo que esta ocurriendo, hay que obligar a las autoridades a hacerlo, recordándoles que son servidores públicos, porque la ciudadanía los ha elegido para trabajar por la ciudad y por sus habitantes porque nunca, nadie, les entregó el título de propiedad de esta villa merecedora de mejor suerte.
Volviendo al tema principal de esta nota, consuela saber que hay gente capaz que conoce la causa del deterioro de nuestra Catedral. Ojalá tenga los medios para gestionar la inmediata reparación despertando de su letargo a quienes tienen el poder de repararla, devolviéndole su esplendor y la iluminación que fueron características envidiables en otros tiempos.