EDITORIAL

10 de octubre en la memoria colectiva

10 de octubre en la memoria colectiva

Nunca fue f�cil defender la democracia, y tampoco lo ser�, sin duda, en el futuro pr�ximo. Por eso, urge renovar el compromiso de hace 31 a�os

La fecha de hoy, 10 de octubre, ha pasado a formar parte, y en un lugar muy destacado, del calendario c�vico nacional. Y est� muy bien que as� sea, pues ese d�a se inici� un proceso que hoy, 31 a�os despu�s, sigue requiriendo la activa y perseverante labor constructora y protectora de quienes consideran que, a pesar de sus muchas imperfecciones y limitaciones, la democracia es el mejor de todos los sistemas de organizaci�n pol�tica experimentados hasta ahora por la humanidad.
Es verdad que no ha sido nada f�cil mantener durante 31 a�os la continuidad del proceso democr�tico del que hoy todos nos beneficiamos. Ha habido en todo este tiempo m�s de una circunstancia tan dif�cil que estuvimos a punto de retroceder a tiempos anteriores, cuando era en los cuarteles, y a trav�s de las armas, cuando se dirim�an las disputas por el poder pol�tico.
Tales dificultades, sin embargo, lejos de disminuir en algo la importancia y valor de los 31 a�os de acumulaci�n democr�tica que hoy conmemoramos, no hacen m�s que multiplicar el m�rito que en mayor o menor medida a todos nos corresponde, pues la construcci�n democr�tica es una obra colectiva que s�lo es posible con la participaci�n de toda la sociedad. Con mucha frecuencia, incluso a pesar de sus l�deres pol�ticos y de sus organizaciones.
Los 31 a�os de vigencia ininterrumpida de la democracia son por eso un buen motivo para reflexionar sobre los aciertos y desaciertos que al combinarse continuamente han dado como resultado el pa�s que hoy tenemos. Y al hacerlo, y muy a pesar de lo larga y pesada que puede ser la lista de los factores negativos que han ido arrastr�ndose hasta el presente, haciendo temer con frecuencia por la vitalidad del proceso democr�tico, se puede afirmar sin lugar a dudas que el balance es positivo.
No se puede ni debe perder de vista, sin embargo, que son todav�a muchos los peligros que se ciernen sobre la democracia, m�s a�n si entendemos, como corresponde, que �sta no se limita al cumplimiento ritual de algunas pr�cticas peri�dicas, como las elecciones generales, sino que consiste principalmente en la plena vigencia de unas reglas de juego que posibilitan la alternancia en el poder, que cierren las puertas al ejercicio abusivo de �ste mediante un sistema equilibrado de pesos y contrapesos y garantizan la plena vigencia del pluralismo pol�tico, la libertad de expresi�n sin cortapisas impuestas por el poder pol�tico, as� como la vigencia irrestricta de todas las cualidades propias de un Estado de Derecho.
Ahora, cuando empiezan a darse los primeros pasos de un nuevo proceso electoral, resulta oportuno recordar que nunca fue f�cil mantener viva la democracia, pues entre nuestros gobernantes y los aspirantes a desplazarlos siempre fue muy grande la tentaci�n de pasar por encima de los l�mites impuestos por un Estado de Derecho. Y los tiempos actuales y los que est�n por venir no son ni ser�n una excepci�n, por lo que corresponde renovar el compromiso y la visi�n que inspiraron a quienes hace 31 a�os inauguraron una �poca de la historia nacional.