Octubre sin grises

Octubre sin grises

Carlos F. Toranzos.- No vale más sacar a colación el mes, es fatídico, más grave que el 11 de septiembre, más lunar que el mes de marzo y más emblemático que el mes de diciembre. Octubre mató al Che, mató a Néstor y mató a Teoponte. Octubre se acercó al alma de los sin alma y se acurrucó en los escondidos golpes de los herederos. Octubre mató al Che y dio vida al mito y olvido a los teopontinos.
Salidos de la misma sangre que el ELN, salidos de las gotas revolucionarias del Inti, el Teoponte musitó sin historia un camino. Denunció el mismo sistema que oprimía, agarró las banderas de los pobres y vistió sus guitarras de cantos humanos y rebeldes.
Hoy, un día después, se ve que los bolivianos hacemos poco caso a los sacrificios, hacemos poco análisis de los que lucharon por su libertad. Cerramos la puerta a los virtuosos y los dejamos en la puerta de una historia que sólo se vive por los nombres de guerra.
Néstor fue Francisco, no sólo por ser Francisco sino por ser el emblema de la entrega. No tenía fortuna ni atuendo ni historia que brindar. Su única entrega era la de ser el luchador por una justicia que se hacía esquiva, una justicia que se escondía entre las cárceles y la corrupción. Una lucha que sólo podía ser medida en la cancha de la guerra de guerrillas.
Néstor no fue una casualidad del destino ni un emulado por el hambre que le disminuyó su vida a piltrafa. Néstor no fue un idealista ni un soñador, fue un realista nacido en las esquinas de las calles de La Paz, de Cochabamba, de Santa Cruz, del Beni, de Pando, de Oruro y Chuquisaca, de Potosí y Tarija. No fue un accidente de un error, no, fue un comprometido con la libertad. Una libertad que se escondía entre las mantas de los ricos y que no dejaban ver la miseria de los más. No fue el heroico guerrillero del silencio, fue el tambor de luces que se redobló con la música de Benjo Cruz. No fueron los heroicos imbéciles mal calculadores, fueron los mesías de una Bolivia cansada de seguir en un mundo agotado por la mentira y el chantaje.
Es necesario mirar y no ver solamente a estos virtuosos revolucionarios cuyo triunfo nos es medido en su pérdida si no en su triunfo, triunfaron al hacer ver que Bolivia estaba en vela, en vela sin querer matar el hambre, en vela sin querer distribuir justicia.
Ahora los vemos como héroes ingenuos y no como revolucionarios capaces de mandar al carajo la opulencia y la comodidad de los partidos políticos. Como virtuosos tomadores de un nombre, el único nombre que para ellos era válido: la Patria Grande, ésa que se escondía cada vez en las dictaduras. Esa Patria que necesitaba de golpes para dejarla crecer.
Su guerrilla no fue simple, fue conducida con el mejor análisis de la realidad. Con la vida en las esquinas de los ahora encerrados en otro proyecto. Esa Bolivia que no quiso apoyar al grito libertario y se quedó cerrada en sus cuatro verdades enfermizas.
Yo no digo que ellos eran la respuesta pero sí digo que eran genuinos luchadores por la paz, ésa que sólo se puede lograr con humildad y entrega, con trabajo y dedicación, esa paz que no es sólo el apellido de Néstor, Francisco, esa paz que sólo se pudo lograr con la voz de los perdidos en los ritos de sus khoas.
Néstor fue la sotana de Bartolomé de las Casas y el resto de los guerrilleros la insigne virtud de los luchadores por la paz.
No debemos dejarnos convencer de que ellos fueron burgueses mal entrenados, mal acondicionados, mal pertrechados, mal todo. Ellos tenían un alma de hierro y la pusieron a prueba, no la vendieron, la pusieron al pueblo que amaban y le dedicaron sus gotas de sangre para que nunca más en Bolivia haya ni hambre ni injusticia. Esa Bolivia ahora está en la puerta, no la cerremos por su nombre y por su virtud. Teoponte fue el grito de los virtuosos y valiosos combatientes. Bolivia debe reconocer su historia, su vida y su entrega.
Ojalá Néstor y Benjo y Carlos y el resto no queden en la orilla del cambio, sino que sean luces que alumbren con su entrega la Bolivia nueva y plurinacional.