Los otros nueve ¿dónde están?

Los otros nueve ¿dónde están?

Mons. Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M..- Los cristianos, aunque sean Papas, no caen del cielo, sino se van haciendo día tras día con la gracia divina y la respuesta a Dios que actúa en cada uno. La Palabra de Dios va construyendo en cada uno el ser hijos de Dios, el ser cristianos. Cada domingo la Palabra nos corrige, nos avisa nuestros errores, nos señala el camino verdadero para ser cristianos.
El domingo pasado, la Palabra de Dios nos ilumina en el sentido de no llevar en cuenta lo que vamos haciendo, enseñándonos lo que debemos decirnos cada uno así mismo, "hemos hecho lo que teníamos que hacer", o sea, no llevar en la mente ni en el corazón de lo que hemos hecho por Dios y los hermanos, sino seguir entregándonos al plan de Dios. Gran lección de este domingo es ser agradecidos. La primera y más excelente acción de gracias es la Eucaristía o Cena del Señor, a Él le agrada de sobremanera pues nos dijo: "hagan esto en memoria mía". No se debiera olvidar que Eucaristía significa acción de gracias.
En la primera lectura, 2Reyes 5,14-17, encontramos un pagano y extranjero en los tiempos del profeta Eliseo que se humilla y pide la gracia de la curación con fe. Al bañarse siete veces con fe en el río Jordán obtiene la salud. Al conseguir la curación cree y da gracias a Dios: "reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el de Israel". Promete ofrecer sacrificios solamente al Dios de Israel, porque cree que es el único y verdadero Dios. Aquí hay una gran lección como en el evangelio, el corazón de Dios es universal y quiere la salvación de todos. A este Dios único y amoroso le debemos nuestra gratitud.
El evangelio de Lucas 17,11-19 nos relata la curación de diez leprosos y entre estos diez curados hay un extranjero. Es precisamente el extranjero que vuelve hacia atrás una vez que se da cuenta que está sanado para encontrarse con Jesús y darle gracias. Los diez hicieron la petición, probablemente con mucha fe: "Jesús Maestro, ten compasión de nosotros". Pero sólo uno tuvo el gesto de la fe que le llevó a la gratitud. Es un extranjero, todo extranjero era normalmente despreciado por los judíos. Jesús se queja ante este hombre y le dice: "los otros nueve ¿Dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?".
Cristo citó a Naamán en su predicación como modelo de fe que le llevó a reconocer el don de la curación que Dios, el Dios de Israel le concedió. En este Año de la Fe hay que redescubrir la fe en la importancia del día del Señor, o sea, el día domingo. La Sagrada Biblia nos enseña: "pues en seis días hizo el Señor el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contiene y el séptimo descansó; por eso bendijo el Señor el día sábado y lo hizo sagrado" (Ex 20,11). En el Nuevo Testamento se nos narra la Resurrección de Jesús "el primer día de la semana" (Mt 28,1; Mc 16,2; Jn 20,1). En cuanto es el "primer día, el día grande, el día de la Resurrección de Cristo que nos recuerda la primera creación. En cuanto es el "octavo día" que sigue al sábado (cfr. Mc 16,1; Mt 28,11), viene a significar la nueva creación que fue inaugurada con la Resurrección de Cristo. Desde los apóstoles el domingo vino a ser el primero de todos los días. La resurrección ocurrida en el octavo o primer día, vino a ser la fiesta de las fiestas. La Pascua de Cristo es nuestra pascua en expresión del apóstol Pablo.
El Papa Juan Pablo II nos dejó una preciosa carta "Dies Domini" -Día del Señor- en la cual nos ha dado una doctrina profunda sobre el Día del Señor. No conocer esta carta significa el poco interés que tenemos por la Eucaristía. La gran acción de la Iglesia es la Eucaristía. El VI Sínodo de la Arquidiócesis de Sucre a determinado que en la pastoral de las parroquias se trabaje para que se recupere el valor e importancia del Día del Señor. Siempre debemos recordar las palabras de San Justino: nos reunimos todos el día del Sol porque es el primer día (después del sábado judío), día en que Dios, sacando la materia de la tinieblas, creo el mundo. Ese mismo día Jesucristo, nuestro Salvador, resucito de entre los muertos" (Catecismo de la Iglesia 2174).
Decía un santo que "es de bien nacidos ser agradecidos". Dar gracias a Dios es una actitud profunda de fe. Significa reconocer en Dios su infinito poder y su infinita misericordia. Todo don de Dios del amor infinito que hay en su corazón. Por esto, en este domingo, Día del Señor, debiéramos hacer un autoexamen si somos agradecidos, tanto para Dios como para los que nos rodean. Todos debemos mucho a Dios y a tantas personas. ¡Cuántos detalles de cercanía y amistad recibimos cada día! Redescubrir la importancia de dar gracias en este Año de la Fe. Pues si no llegamos a descubrir los regalos de Dios: ser hijos de Él, miembros de la Iglesia, herederos del cielo, la Palabra de Dios contenida en la Biblia, los siete sacramentos, especialmente el perdón de los pecados, la Santa Misa, la protección de María como madre y abogada de misericordia, el Papa, el obispo, el párroco, el catequista… nos parecemos a los nueve leprosos que supieron pedir, pero no dieron gracias a Jesús, el Medico Divino. Es la oración de acción de gracias la que empleamos a lo largo de la Eucaristía.