EDITORIAL
Las microfinanzas en Bolivia
Las microfinanzas en Bolivia
Ahora, cuando están gestándose importantes modificaciones al entorno regulatorio, es de esperar que no se desbaraten las bases de una experiencia exitosa
Durante los últimos días, se han publicado los resultados del estudio Microscopio Global 2013, financiado por la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Banco Intermaericano de Desarrollo (BID). Según el informe, Bolivia ocupa el segundo lugar, de 55 países, en el ranking 2013, luego de Perú y seguido de Pakistán, Filipinas y Kenya. “Bolivia mantiene un entorno regulatorio sólido y favorable para las microfinanzas”, afirma el estudio tras analizar en profundidad el entorno de negocios para las microfinanzas en los países que fueron objeto de la investigación.
Como se recordará, es la segunda vez que el mismo estudio llega a conclusiones similares. En efecto, hace dos años, la misma investigación, que mide varias categorías en el sector de las microfinanzas de cada país, se refirió en términos muy elogiosos a la experiencia microcrediticia boliviana. “Bolivia mantiene un fuerte y favorable entorno regulador para las microfinanzas con prácticas sobresalientes en transparencia de precios (en la cual está en primer lugar a nivel mundial), resolución de disputas y un sistema de centrales de riesgo integral”. Gracias a ello, como en Perú, en Bolivia “los negocios de microfinanzas tienen un mejor panorama de crecimiento, gracias a la sofisticación que ha desarrollado el sector”, decía ya en aquella oportunidad el informe, términos que son ratificados en la nueva versión.
La CAF, institución que con el BID patrocina el estudio y su consiguiente seguimiento, sostiene que “Bolivia es el país latinoamericano que mejores condiciones ofrece para el desarrollo del sector microempresarial por lo relativamente fácil que es obtener apoyo financiero. Así, el promedio de microempresarios bolivianos que reciben créditos (25 por ciento), es muy superior al promedio latinoamericano que no llega al 14 por ciento”.
Tan excelentes datos no son fruto del azar ni se llegó a ellos de un día al otro. Por el contrario, son el resultado de muchas décadas de esfuerzos conjuntos entre el sector público y el privado. Son la más clara muestra de lo mucho que se puede lograr cuando año tras año, década tras década, a pesar de los circunstanciales cambios políticos, se persevera en pos de un objetivo común.
Lamentablemente, y contrastando con tan buenas apreciaciones, se ha advertido reiteradamente sobre una serie de peligros que según expertos en la materia se ciernen sobre el sector. Paradójicamente, los mayores riesgos provienen de políticas gubernamentales que según sus críticos estarían encaminadas a desbaratar todo lo bueno que en ese campo se ha venido haciendo durante las últimas décadas en nuestro país. Se teme, por ejemplo, que los decretos regulatorios de la nueva Ley de Servicios Financieros.
Ahora, cuando es enorme la expectativa con que se espera la reglamentación del nuevo instrumento legal, lo que cabe esperar es que quienes tienen en sus manos tan importantes definiciones actúen rescatando lo mejor de la experiencia acumulada, que, como se ve no es poca, y no caigan en la tentación de introducir cortapisas al desarrollo de un sector que ha dado ya suficientes muestras de su buen funcionamiento.
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