RESOLANA
La profundidad de lo cotidiano
La profundidad de lo cotidiano
Carmen Beatriz Ruiz.- "(…) tuvo la desgracia de que se le enredase una manga en un tornillo de presión de un callo cercano, de modo que un hombro y un brazo quedaron atrapados bajo el eje. En consecuencia, la cabeza se puso en contacto con la sierra circular, de unos treinta centímetros de diámetro. En cuestión de segundos, la cabeza del desgraciado joven quedó separada del cuerpo a la altura del cuello y por debajo de la oreja izquierda. Se cree que la muerte fue instantánea. Como no pronunció palabra ni emitió grito alguno, fue la sangre, que brotó a borbotones, lo que alertó a sus compañeros del terrible suceso” (En: Entusiasmo).
La mujer que imaginó y describió esa terrible imagen es la escritora canadiense Alice Munro, recientemente reconocida con el Premio Nobel de Literatura de este año. Parece una anciana frágil, con la corona de pelo blanco y las manos sarmentosas, que, sin embargo, es capaz de escribir historias escalofriantes como quien habla del clima. Es que es en las aparentemente inocuas oquedades de la vida cotidiana donde Alice Munro encuentra y desentraña las más oscuras profundidades del alma humana, sobre todo del alma de las mujeres de la incipiente clase media en las pequeñas ciudades de su país, Canadá.
De ese modo, nos muestra cómo amas de casa anodinas son capaces de vivir, morir y matar sin que medien acontecimientos extraordinarios, sino como un tránsito simple, de esos que se producen en un instante capaz de transformar historias triviales en verdaderos dramas, o seguir, como si nada, en un escalofriante status quo. Los dramas que pueden contener las vidas de las mujeres, muchas veces asfixiadas, aún sin darse cuenta, en el sopor de una rutina cercada por cuatro paredes y la repetición inacabable de las tareas domésticas.
Quizá por eso Munro eligió contar sus historias fundamentalmente a través del género del cuento (sólo publicó una novela), un lenguaje tan exigente como eficiente cuando se trata de retratar los recovecos de vidas disímiles y disparatadas, como de novias por contrato, esposas fugitivas que huyen al mismo tiempo del marido y del amante, y madres prisioneras de los hijos criados a desgano. Por algo será que los nombres que ha elegido para sus libros hablan de secretos a voces, de amor, odio, amistad, noviazgo y matrimonio pero, sobre todo, del amor del que son capaces mujeres generosas y otras no tanto.
Como nadie, esta impecable estudiante de Ontario ha puesto al descubierto los heroísmos y las turbulencias que suelen ocultarse tras las tapias y los jardines de primorosas casitas o inofensivos departamentos. Y contarlo todo a través de relatos coloquiales, cuya eficacia, es, precisamente, una narrativa sin pretensiones, pero increíblemente certera, tan cotidiana como conversaciones familiares o entre amigas, en las que hay humor, amor, pequeñas rencillas, solidaridad, penas y alegrías.
Los numerosos y destacados premios que la escritora ha recibido, precediendo al máximo galardón con el que acaba de ser reconocida, sólo confirman lo que muchos escritores de reconocimiento y talla mundial ya dijeron sobre ella, como que “Hay cuentos de Alice Munro que contienen una novela río en la limpia brevedad de un vaso de agua” (Antonio Muñoz Molina).
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