DESDE LA TIERRA

Evo cumple, Bolivia no cambia

Evo cumple, Bolivia no cambia

Lupe Cajías.- Cuentan los cronistas que Manuel Isidoro Belzu lanzaba “chauchitas” (moneditas) del erario público a las masas de cholos e indios que lo veneraban como al primer presidente del Siglo XIX que se ocupó de sus carencias. Pese a toda su bondad, el militar no logró modificar los indicadores sociales de su patria.
Más de un siglo y medio después, el presidente indígena, dentro del programa “Evo cumple”, entrega también dinero a manos llenas para atender a decenas de pedidos de todo el país. Esos montos no son auditados y se desconocen sus alcances reales. No importa; para la “plebe” es como si el “Tata” reviviera y pocos se acuerdan que los bonos tienen su raíz en la capitalización de las empresas públicas o que desde 1928 funciona (o debería funcionar) una Contraloría del Estado.
Lo paradójico es que pese a los esfuerzos de Evo Morales, Bolivia no cambia, salvo en aquellos asuntos que ya eran parte de un proceso más largo, como la inclusión social o la participación popular.
Por ejemplo, el Presidente entrega permanentemente canchas de césped sintético y él mismo alienta el juego de pelota, incluso en visitas internacionales. Sin embargo, la selección nacional terminó penúltima en la clasificación para el Mundial y no logró repetir sus hazañas de la época neoliberal de los noventa. Ningún semillero de tahuichis aparece a la vista. Tampoco hay una política estatal para fomentar el deporte y tener campeones olímpicos como logró Colombia en un puñado de años o Cuba, a pesar del bloqueo de los yanquis.
Morales participa en la colocación de las piedras angulares de centenares de obras, pero sus seguidores no las completan. El Alto sigue sin áreas verdes, sin hospitales especializados y sin terminal de buses. Aunque “movida”, la fotografía del Censo 2012 desnudó las insuficiencias de la salud pública, proporcionalmente similares a los datos del censo del 850 o el del 900.
Parecería que los bolivianos se niegan a cambiar. Belzu declaró en los ochocientos, “brindo porque mi sucesor sea un hombre de poncho”, pero nombró como su reemplazante a su yerno José Córdova, y Bolivia no salió de su opacidad, ni se industrializó como sus vecinos ni sus militares ganaron guerras.
Las masas, desagradecidas como suelen ser, vitoreaban al “Tata” hasta que Mariano Melgarejo salió al balcón del Palacio de Gobierno y gritó: “Belzu ha muerto, quién vive ahora” y la turba veleidosa replicó: “Vive Melgarejo”. Y los patriarcas de la plata siguieron con sus ganancias y los mineros con sus miserias y los líderes indígenas perseguidos.