A TI, JOVEN CAMPESINO

¡No te suicides!... porfa

¡No te suicides!... porfa

Pedro Rentería Guardo.- De nuevo te pido permiso, changuito del hogar-internado, para dirigirme hoy en esta columna a todos aquellos adolescentes y jóvenes que quizá la lean. O también, por qué no, a papás, mamás u otros familiares que pueden ser ante ellos portavoces de esta, seguro, torpe recomendación.


Hoy tengo un mensaje diáfano para ti, joven campesino o citadino, estudiante o trabajador, muchacho o señorita. En particular para ti que cargas en tus inseguras espaldas frustrados sueños, humillantes derrotas, severas decepciones. Es posible, además, que no encuentres esa necesaria y relajante comunicación que necesitamos todos los seres humanos, seamos de aquí o de allá.


Fíjate. Hace unos días nos contaba un artículo de este rotativo cómo cada semana un promedio de tres jóvenes deciden quitarse la vida. Pero a finales de gestión los casos suben hasta cinco en ese mismo espacio de tiempo. Este aumento se debe principalmente al temor a enfrentar fracasos académicos. Igualmente, por rupturas de pareja o conyugales.


El miedo a la reacción de los padres por el mal desempeño académico de los jóvenes es tan alto que prefieren antes la muerte que afrontar esta situación.


Sigue diciendo el citado artículo que la deserción seguida de migración es una de las principales consecuencias de los fracasos académicos. Desde inicios de octubre se evidenció un aumento en la solicitud de permisos de viaje de menores por motivo de trabajo y debido a la pérdida del año lectivo.


Creo que, aparte de estos motivos comentados, el corazón adolescente o joven, de chicas y chicos, alberga un sinfín de sensaciones, interrogantes, desencantos… Todo un baúl de vivencias que, las más de las veces, resuenan desde la infancia y que van forjando personalidades esquivas, confusas, hasta acomplejadas.


No es mi deseo pintarte un panorama tan negro. No. En tu vida se mezcla un poco de todo y también sabes de contento y sano desenfado. No veas lo que disfruto cuando te observo sonriente, relajado, lleno de vitalidad… Eres entonces, sin duda, el “hijo de la alegría”.


Hoy necesito escribirte que tú no puedes resolver solo todo lo que te acontece. En serio. Para tanto desafío necesitas, buena amiga, buen amigo que lees, apoyo y consejo, amparo y cobijo. Son imprescindibles requisitos para atravesar el sinuoso camino de la madurez.


También nosotros, los adultos, urgimos un puntal que nos escuche y, si nos quiere de verdad, se convierta en bálsamo para errores, manías y hasta extravagancias.


Con estas líneas quiero pedir encarecidamente a tus papás… ¡que te escuchen! Es el único y más genial oficio de mamá y papá: escuchar. Y hacerlo con paciencia, sin juicios rápidos y nerviosos, con ternura y comprensión, preguntando lo necesario, sin dramatismos estériles. Siempre exigiéndote lo preciso para tu bien, aunque te cueste un pelín entenderlo. Ojalá que tu respuesta sea también de confianza y docilidad.


Insisto. Tú no puedes resolver solo todo lo que te acontece. Tu autonomía de mañana necesita hoy manos amigas que te orienten. Manos recias que te digan, quizá susurrando al oído, que no hay circunstancia, por dura que te parezca, que no tenga solución. Manos cariñosas que acaricien los cabellos revueltos de tus dudas e inseguridades. Manos enérgicas que te ofrezcan fortaleza.


Pido a Papá-Dios que no dejen de ofrecerte esas manos. Él quiere manifestarse a través de ellas. No faltará quien, sentado a tu lado, sea “todo oídos” para ti. Aunque no seas un joven religioso, con una Fe que ilumine tu existencia, consiénteme decirte que ese Dios lejano no cesa en su empeño de buscarte, de esperarte, de estar disponible. Sé valiente y confíate a Él, que no defrauda.


Sí, sé valiente… ¡no te suicides!... porfa.