EDITORIAL

La Economía Naranja, el valor de la creatividad

La Economía Naranja, el valor de la creatividad

El patrimonio cultural y el talento creativo de nuestros jóvenes es, según el BID, una de las principales fuentes de nuestra riqueza material e inmaterial

La presentación, hace unos días por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), del libro titulado “La Economía Naranja: una oportunidad infinita”, ha tenido en todo el mundo un impacto notable. Y no sólo porque a tiempo de poner a disposición del público la versión impresa del libro el BID difundió ampliamente la versión digital, en formato PDF, sino también, y sobre todo, porque hacía ya mucho tiempo que las expectativas sobre el tema estaban siendo alimentadas por la labor perseverante de personas e instituciones involucradas en el quehacer cultural a lo largo y ancho del mundo.
Sin ir muy lejos, vale la pena recordar al respecto que hace poco más de un año, se publicó en la prensa nacional un extenso reportaje que bajo el título “Economía creativa: hacia la sociedad de la imaginación y productividad”, sobre la base de una investigación de la Fundación Milenio, llamaba la atención sobre lo importante que es el sector de la economía creativa en nuestro país.
No es sólo por novedoso que el estudio presentado por el BID ha tenido tan buena acogida, pues ya son muchas las investigaciones que desde diferentes ángulos llegaron a similares conclusiones. Lo que le da especial importancia es que en sus 240 páginas sintetiza y sistematiza los estudios precedentes y hace de ellos la base sobre la que el organismo internacional se propone desarrollar todo un plan de acción con la mirada puesta en los próximos años.
El libro, sobre todo en su versión digital, tiene además el mérito de poner a disposición de los lectores, a través de cuadros, infografías, páginas plegables y códigos QR (enlazados con documentos y videos), abundantes datos que por su elocuencia sirven para despejar cualquier duda sobre la estrecha relación que hay entre la más fría racionalidad económica y las actividades artísticas y culturales. Los cuadros comparativos mediante los que se demuestra que si la Economía Naranja fuera un país sería la cuarta economía del mundo, ocuparía el noveno lugar como exportador de bienes y servicios, y representaría la cuarta fuerza laboral del planeta, es un ejemplo muy revelador.
En lo que a nuestro país se refiere, cabe recordar que son muchos los estudios que abonan el interés del BID en el tema cultural. Se destaca entre ellos la encuesta nacional sobre Movilidad y Estratificación Social, que realizó el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Bolivia (PNUD), según la cual en Bolivia los “trabajos creativos” absorben el 6.1 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA).
Dados esos antecedentes, el estudio del BID se constituye sin duda en un sólido espaldarazo para quienes desde hace muchos años insisten –con frecuencia vanamente– en la necesidad y conveniencia de que el arte, la cultura, todas las actividades relacionadas con el buen uso del tiempo libre, con el esparcimiento y la reflexión creativa, dejen de ser consideradas, como un gasto, un desperdicio de tiempo y dinero sino, por el contrario, como una de las principales fuentes de nuestra riqueza material e inmaterial.