ATAQUE. Los chivos fueron atacados por perros cuando estaban en el corral, que todos los días es bien asegurado por sus dueños.
SUCEDIÓ EN LA COMUNIDAD DE CHARCOMA, MUY CERCA A SUCRE
En una noche, perros matan a 60 chivos en corral de un solo dueño
En una noche, perros matan a 60 chivos en corral de un solo dueño
Los animales no dejaron rastros de haber ido a saciar su hambre con la carne de chivo
Luis Alberto Guevara
¿Tres perros o una jauría? La mañana del domingo 3 de noviembre, en Charcoma, como todos los días, doña Laureana Soto llegó al corral donde solía dejar sus chivos y se encontró con un cuadro de-sesperante: más de la mitad de los animales estaban muertos, casi todos dentro del corral y dos fuera de él.
A esa hora de la mañana, entre las 8:00 y 9:00, tres perros, que aún permanecían dentro del corral, quisieron atacarla, pero luego huyeron hacia la cima de la montaña.
Siguiendo la escena del cuadro espantoso, vio que los chivos que habían quedado vivos estaban parados encima de los muertos y de los que aún agonizaban. Extrañamente, los animales muertos y malheridos también estaban unos encima de otros, como si alguna persona los hubiese amontonado, pero no había rastros de pisadas.
Definitivamente, todo ese cuadro era muy “extraño”, dijo la hija de doña Laureana Soto, María Dorado, que horas más tarde fue a observar el desastre que los perros habían causado en el sustento de la familia compuesta de siete miembros.
Hechas las cuentas, entre la noche del sábado y la madrugada del domingo, los perros –los tres que observó doña Laureana o una jauría, como también llegó a presumir– mataron a 60 chivos, entre grandes y pequeños, y quedaron vivos unos 40, entre ellos algunos heridos. Don Filomeno Dorado, dueño de los chivos, estimó una pérdida económica que oscila entre los 6.000 y 8.000 bolivianos.
La esperanza e ilusiones de la familia se fueron en una noche. Don Filomeno, un hombre que dice tener más de 50 años, lloró cuando narró lo sucedido. La misma pena y quizá hasta más dolorosa siente su esposa Laureana, que llora todos los días su desgracia, contó su hija María.
“Todo parece extraño, es muy extraño”, dijo una y otra vez María que no se explica cómo es que los perros lograron entrar al corral, si eso no había sucedido en los últimos seis años, pese a que viven cerca de la zona de ENDE y, todas las noches, dejan solos a sus chivos en el corral de Charcoma.
El corral es pequeño; la base es de piedras más o menos grandes colocadas unas encima de otras y sobre ellas, una malla de alambre (tipo olímpica) sujetada por unos fierros; para entrar o salir hay una puerta.
Entre el sábado y el domingo, las piedras fueron removidas de un solo lugar; unas quedaron fuera del corral y otras dentro. “Extraño”, insistió María y se preguntó cómo es que los perros lograron remover esas piedras.
¿Tanta era el hambre de esos animales? Al parecer no. Fuera del corral, como todas las tardes, la familia dejó dos chivos medianos para evitar que otros grandes los maltrataran. Cuando llegaron los perros, de hecho, fueron los primeros en ser atacados; a los dos chivos los encontraron muertos uno al lado del otro; uno de ellos tenía parte del brazuelo desgarrado por las mordeduras y se veía algo de carne, pero los perros no habían comido mucho, mejor dicho, casi nada. El otro estaba intacto. Ambos tenían huellas de haber sido mordidos; en sus cuerpos se notaban unos pequeños orificios.
¿Si los perros fueron a atacar al rebaño debido al hambre, por qué no comieron los dos chivos y se marcharon?
María no se explica esa situación. Recordó que de vez en cuando se pierden uno o dos chivos de la gente que tiene esos animales en el lugar, pero nunca se había presentado una situación como la vivida entre el sábado y el domingo.
Don Filomeno Dorado también recordó que el año pasado, muy cerca del río, dos pequeños terneros de su propiedad fueron muertos y comidos por perros.
Los ataques de perros desconocidos a cabras, ovejas y terneros de ese sector, según María, se da desde que se cerró el Botadero de La Esperanza que está a unos kilómetros de Charcoma. Atacan para comer, pero no “matar por matar”, añadió.
Sin embargo, ahora, en el suelo del corral quedaron decenas de chivos muertos, con signos de haber sido mordidos en diferentes partes del cuerpo; varios de ellos en el cuello, dijo María. No había signos de que los perros intentaran despedazar al menos a uno para comérselo.
O quizá, se preguntó María otra vez, ¿sólo querían tomar sangre para hartarse?
Esa misma mañana del domingo, doña Laureana tuvo que rematar a los chivos que estaban muy malheridos pasándoles un cuchillo por el cogote. “Mi mamá no quería que sufran”, manifestó María.
Ahora, de los más de 100 chivos que tenía la familia Dorado Soto sólo quedan un poco más de 40, Don Filomeno y su María pidieron cooperación a las autoridades de Sucre para aliviar, en parte, la pérdida de su sustento.
"Muy extraño"
Lo sucedido la noche del sábado y madrugada del domingo es "muy extraño" porque si los perros atacan a los chivos es para comérselos y no "matan por matar", como lo sucedido en el corral de Filomeno, dijo su hija.
Foto
DESESPERADO. Don Filomeno Dorado no se explica cómo pudo perder sus chivos.
|