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Biotecnología: ¿Cabe oponerse?
Biotecnología: ¿Cabe oponerse?
Gary Antonio Rodríguez Álvarez.- Según la FAO, más de 800 millones de personas se van a dormir con hambre cada día. Si con 7.000 millones de habitantes pasa esto, ¿cómo alimentar a más de 9.000 millones de bocas el 2050? Algo difícil de lograr con el cambio climático, la escasez de tierra y agua, sin que medie la biotecnología para ello.
Para el Centro de Biotecnología de la Universidad de Concepción, Chile, la biotecnología es “un área multidisciplinaria, que emplea la biología, química y procesos, con gran uso en agricultura, farmacia, ciencia de los alimentos, ciencias forestales y medicina (…) toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o procesos para usos específicos (Convention on Biological Diversity, Article 2. Use of Terms, United Nations. 1992)”. Señala como ventajas de la biotecnología: el producir más alimento con menos recursos; disminuir pérdidas en la cosecha por enfermedad o plagas y factores ambientales; reducir el uso de agroquímicos y con ello daños ambientales y para la salud; mejorar la nutrición, al introducir vitaminas y proteínas en alimentos y reducir alérgenos y toxinas naturales; y que no se ha demostrado algún riesgo de un Organismo Genéticamente Modificado a escala comercial.
La “biotecnología verde” ha creado productos genéticamente mejorados como el Maíz Bt y la Soya RR, así como otros resistentes a climas desfavorables, a plagas y enfermedades, siendo muchos países los que apuestan por ello, unos tan desarrollados como EEUU, otros emergentes como Brasil (frejol) y hasta revolucionarios como Cuba (caña, papa, banano, piña, café, arroz, tomate).
Un reciente informe del ISAAA da cuenta de que el área sembrada mundial con cultivos genéticamente modificados es hoy 100 veces mayor que en 1996, habiendo contribuido “a la seguridad alimentaria, a la sustentabilidad y a enfrentar el cambio climático a través del aumento de la producción agrícola, valuada en 98.200 millones de dólares; el beneficio ambiental de usar 473 millones de kg menos de ingredientes activos de pesticidas; la reducción, sólo en 2011, de las emisiones de CO2 en 23.000 millones de kg, equivalentes a retirar 10,2 millones de automóviles de las rutas; la conservación de la biodiversidad al preservar 108,7 millones de hectáreas de tierra; y contribuir a aliviar la pobreza al ayudar a más de 15 millones de agricultores de escasos recursos…” (www.isaaa.org). Con tan contundente evidencia, ¿cabe oponerse a ella?
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