¿Es éste el fin del litio?

¿Es éste el fin del litio?

Juan Carlos Zuleta Calderón.- El Gobierno boliviano tiene razones para preocuparse. Desde mayo de 2008, encomendó a un grupo de inexpertos el manejo de un tema de enorme importancia estratégica para el país: el litio. Como era de esperarse, estos funcionarios públicos fallaron. Después de casi cinco años y medio de experimentación frustrada y más de 100 millones de dólares mal gastados, no pudieron cumplir ni siquiera las metas de la primera fase de su estrategia programadas inicialmente para noviembre de 2009.
Tal como lo advertí en numerosas ocasiones, en su condición de país poseedor de los mayores recursos identificados de litio del mundo, Bolivia no podía permitirse el lujo de equivocarse en este asunto porque al hacerlo lanzaría señales totalmente negativas al mercado, el cual más temprano que tarde terminaría reaccionando. Y todo parece indicar que sucedió exactamente así.
En efecto, se acaba de conocer que, en el marco de la Feria de Motores de Tokio a celebrarse a fin de mes, Toyota, el mayor fabricante de automóviles del mundo, desvelará el primer vehículo eléctrico producido en serie que funciona a celdas de combustible (hidrógeno) a ser introducido al mercado en 2015. Esta revelación confirma mi suposición de hace casi tres años de que el primer elemento de la tabla periódica era en verdad parte de la estrategia de negocios del gigante automotor japonés.
Pero, ¿es éste el fin del litio? Veamos primero por qué el virtual fracaso de la mal llamada estrategia nacional de industrialización del litio tendría mucho que ver con la decisión de Toyota de apostar a una tecnología alternativa al litio para activar sus próximos carros eléctricos. La explicación es muy sencilla.
Por la cuantía de sus recursos más estratégicos, Bolivia era el único país capaz de garantizar el inicio y consolidación de la era del vehículo eléctrico, lo que hubiera contribuido a un desplazamiento definitivo del uso de combustibles fósiles en el transporte vehicular en la Tierra.
Para avanzar en dirección al litio, el primer fabricante de automóviles del planeta necesitaba contar con la seguridad de una ilimitada provisión del metal en un período suficientemente largo. Esto sólo era posible con el ingreso oportuno de nuestro país al mercado del litio.
A diferencia de Bolivia –que nunca entendió por qué Toyota se resistió tanto a ingresar al mercado de los vehículos completamente eléctricos con baterías de iones de litio–, el monstruo automotriz del país del sol naciente sí supo desde siempre qué significaban los desatinos bolivianos, lo que al final le obligó a buscar otras opciones.
Si bien Toyota no será recordado por haber sido el primer fabricante que planteó usar celdas de combustible en la industria de automóviles, pues Hyundai ya lo hizo hace algunos meses, resulta bastante probable que pase a la historia como uno de los artífices de un nuevo modo de hacer las cosas. Bolivia, en cambio, sólo podrá ser reconocida como algo que simplemente pudo haber sido y no fue.
En este sentido, está claro que no estamos frente al fin del litio, puesto que no existen motivos para pensar que pronto se acabará la demanda del metal más liviano de la tierra; es más, es incluso probable que ésta continúe aumentando en los siguientes años en virtud de la masa crítica generada por los cerca de 500.000 vehículos eléctricos activados por baterías de iones de litio que ya se encuentran circulando en diferentes partes del orbe. Sin embargo, se pueden vislumbrar al menos dos resultados por demás alarmantes de todo este análisis.
En primer lugar, que el mundo perdió una oportunidad invalorable de desplazar definitivamente a los combustibles fósiles, principales fuentes de generación de gases de efecto invernadero y causas comprobadas del calentamiento global y cambio climático, no hay que olvidar que al presente alrededor del 50 por ciento del hidrógeno comercializado en el mundo se obtiene a partir de procesos derivados del gas natural y no hay razón para creer que eso pueda cambiar de manera significativa en el futuro. Así, se habría esfumado la posibilidad de iniciar y consolidar la era del vehículo eléctrico, con el litio como su factor clave, en la Tierra abriendo paso más bien en los siguientes años a la coexistencia de muchas tecnologías energéticas para el transporte vehicular, ninguna de las cuales capaz de enfrentar seriamente al petróleo y al gas natural (y sus derivados).
Y, en segundo lugar, que Bolivia desperdició la opción de convertirse en el próximo centro energético del planeta, postergando una vez más sus aspiraciones de desarrollo y potenciamiento económico.