COLUMNA VERTEBRAL
Lucha contra la pobreza: logros y desafíos
Lucha contra la pobreza: logros y desafíos
Carlos D. Mesa Gisbert.- Uno de los logros relevantes de este gobierno es, sin duda, el significativo avance en la lucha contra la pobreza. La pobreza en general ha disminuido de más de 60% en 2003 a 45% en 2013, y la pobreza extrema de 40% en 2003 a 21% en 2013. El avance más significativo en sólo ocho años del que tengamos memoria. Se trata de un éxito que va de la mano de cifras macroeconómicas sin precedentes. La triplicación del PIB nacional en una década que ha traído consigo también el aumento por tres del ingreso per cápita.
Esta realidad, sin embargo, no debe llevarnos a la autocomplacencia, porque si bien es cierto que el país ha logrado mejoras sustantivas, sus indicadores sociales básicos siguen siendo (salvo Haití que está entre las naciones más pobres del mundo) los peores de América Latina.
De acuerdo al Informe de Desarrollo Humano del PNUD, Bolivia está entre las naciones de desarrollo humano medio. Ocupa el lugar 108 de un total de 187 estados medidos. Ocupa el lugar número 15 entre los 20 países latinoamericanos, prácticamente en el mismo nivel promedio que El Salvador (107) y por encima de Paraguay (111), Honduras (120), Nicaragua (129), Guatemala (133) y Haití (161).
Con la excepción de Paraguay, no existe posibilidad alguna de comparar a Bolivia con sus otros cuatro vecinos. Chile, el primer latinoamericano, está en el lugar 40 (68 puestos por encima de Bolivia), Argentina en el 45; ambos considerados países de desarrollo humano muy alto. Perú en el 77 y Brasil en el 85, los dos en el rango de Desarrollo Humano Alto. Baste mencionar que Chile tiene una esperanza de vida de 79 años, una mortalidad infantil (de entre 1 y 5 años por cada 1.000 nacidos vivos) de 8 niños, una mortalidad materna (por cada 100.000 nacidos vivos) de 25 madres, un porcentaje de pobreza inferior al 15% y un ingreso per capita de 15.277 dólares.
Veamos la comparación con los cinco países que están en nuestra categoría de desarrollo. La esperanza de vida: Bolivia 69 años; El Salvador y Guatemala 72 años; Paraguay y Honduras 73; Nicaragua 74. Mortalidad infantil: Bolivia: 54 muertes; Guatemala 32; Nicaragua 27; Paraguay 25; Honduras 24; El Salvador 16. Mortalidad materna: Bolivia 190; Guatemala 120; Honduras 100; Paraguay 99; El Salvador 81. Porcentaje de pobreza: Bolivia 45%; Honduras 60%; Guatemala 51%; Nicaragua 41%; El Salvador 40%; Paraguay 35%. Ingreso per capita: Bolivia 4.444 dólares; Nicaragua 2551; Honduras 3426; Guatemala 4235; Paraguay 4497.
Vale la pena, para redondear la visión, ver los datos de Perú, cuyas características étnicas, culturales e históricas son similares. Esperanza de vida: 74 años. Mortalidad infantil: 19 muertes. Mortalidad materna: 67 muertes. Porcentaje de pobreza: 26%. Ingreso per cápita: 9.049 dólares. No tenemos por dónde empezar.
Es evidente que nuestra dramática realidad social se arrastra desde el mismo nacimiento de la República y que no debe pretenderse cargar toda la responsabilidad a la actual gestión, pero caben algunas consideraciones que nos permiten exigir mejores resultados ahora. Nunca en su historia Bolivia había vivido una bonanza de esta naturaleza. Si hemos triplicado el tamaño de nuestra economía y aumentado en casi ocho veces nuestros ingresos por exportaciones, para mencionar sólo dos indicadores ilustrativos, era legítimo esperar una mejora estructural de los indicadores sociales anteriores. Esto no ha ocurrido ¿por qué? Porque no se ha desarrollado una política integral y estructural de lucha contra la pobreza a partir de programas de salud y saneamiento básico, que requieren algunos elementos. Una canalización masiva de fondos a partir de metas claras (reducción en un 80% de morbilidad y mortalidad infantil y materna en un tiempo determinado, por ejemplo). Una gestión eficiente de recursos humanos, lo que obliga a formar adecuadamente esas personas y definir claramente sus roles de gestión de esos fondos, tanto administrativamente como en la ejecución de tareas inherentes a los programas de inversión.
Las buenas políticas de bonos, la ampliación real de los seguros de salud y la mejora de infraestructura, todas ellas acciones positivas, no logran resolver nuestro principal agujero negro expresado en las condiciones terribles del área rural y de la población indígena. Ninguno de los países que están en nuestro nivel han experimentado un crecimiento económico de la dimensión espectacular de Bolivia y, en la comparación, sus avances sociales en la última década son muy parecidos a los nuestros. Eso quiere decir que no hacemos lo suficiente.
Los siete años consecutivos de superávit fiscal y las reservas que equivalen al 50% del PIB, creo, marcan una oportunidad. Inversión social en gran escala con tres desafíos: metas claras, un programa estructural y una mejora sustancial de nuestra capacidad de gestión.
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