EDITORIAL

Inflación bajo control

Inflación bajo control

Ante el riesgo de que la presión inflacionaria salga de control, conviene no subestimar el riesgo y disminuir las expectativas sobre el futuro

Después de varios años de relativa estabilidad económica reflejada entre otros indicadores en una baja inflación, durante las últimas semanas ha vuelto a ser motivo de preocupación la presión inflacionaria que mes a mes supera las previsiones gubernamentales. Así lo han reconocido las autoridades del sector económico y por eso se ha anunciado la adopción de una serie de medidas encaminadas a evitar que la situación salga de control.
No es fácil el reto que tienen quienes tienen en sus manos el manejo de la economía nacional. Es que como lo indican los datos del tercer trimestre del año, hay motivos para temer que la gestión concluya duplicando las previsiones oficiales. Recuérdese que al iniciar el presente año el Gobierno y el Banco Central de Bolivia (BCB) calcularon que la inflación no superaría el 4,8 por ciento, tasa que ya ha sido superada. Y si se considera que el próximo mes de diciembre se producirá una fuerte inyección de dinero circulante como consecuencia del pago de aguinaldos y su efecto multiplicador, resulta evidente que no son exagerados los temores de que la gestión se cierre con una tendencia inflacionaria.
Un primer paso para afrontar ese riesgo es asumirlo con franqueza sin caer en la tentación de negarlo o minimizarlo. Felizmente, la bonanza de la que goza la economía nacional permite al gobierno disponer de diversos instrumentos fiscales y monetarios para hacer frente a la tendencia alcista de los precios y también contribuye a esa posibilidad la buena disposición del sector empresarial para concertar esfuerzos con las autoridades gubernamentales tras el mismo objetivo.
Comenzar a disminuir las expectativas es para eso una condición indispensable. Poner freno al gasto público, por ejemplo, tendría que ser una de las primeras medidas. Lo que sin duda no resulta para nada atractivo para un gobierno que ha hecho de la prodigalidad con que distribuye los frutos de la bonanza una de sus principales fuentes de respaldo popular, y menos aún en año que, como el próximo, estará marcado por la lógica proselitista.
Tampoco será fácil para el sector privado asumir la parte que le corresponde. Es que si se ven obligados a incrementar sus planillas salariales en la misma proporción que la inflación acumulada, será inevitable que los empresarios transfieran ese costo adicional a los precios de sus productos, lo que daría un impulso adicional al proceso inflacionario que tanto se quiere evitar.
Reconocer esos peligros y actuar en consecuencia es importante pero no suficiente. Es que como coinciden en señalar quienes observan las tendencias de la economía internacional, no son sólo factores coyunturales los que causan la presión inflacionaria sino que ésta sería sólo una de las primeras manifestaciones del agotamiento de un ciclo de bonanza y del inicio de una época en la que las circunstancias externas serán más adversas. Habrá pues que hacer ajustes de fondo, y no sólo de forma, en la política económica aplicada durante los últimos años.