OBSERVATORIO
“Acción de masas” en Todos Santos
“Acción de masas” en Todos Santos
Demetrio Reynolds.- Regresaba de Potosí y al tratar de proseguir viaje de Oruro hacia otra ciudad del interior, me topé con una situación inesperada. ¿Saben qué? Había largas filas al frente de cada boletería de pasajes. Nunca vi un fenómeno semejante ni siquiera en Año Nuevo o en Carnaval. A todas partes se distribuía la gente; eso quiere decir que en los días precedentes esa misma gente se trasladó a alguna parte para esperar a las almas.
Cuando la demanda excede a la oferta, es sabido que los dueños hacen su “agosto”, sin considerar siquiera –como esta vez– a los visitantes del más allá, en cuyo homenaje una muchedumbre se movilizó. La elevación del pasaje no era el único inconveniente; tampoco molestaba mucho el tener que acomodarse al horario. Hubo otras contingencias más feas. Por ejemplo, el vehículo que abordé era un armatoste destartalado, sucio y maloliente; ya cumplió su vida útil, pero lo siguen explotando hasta que de por sí se pare.
Toda vez que viajo, como pecador que soy, ruego a Dios que no me castigue con una compañía indeseable a mi lado. Que no sea uno de esos que ocupan doble espacio; una madre con guagua de pecho, un ebrio que se recogió directamente de la cantina o un estentóreo roncador sin tregua. Es duro soportar por varias horas ese suplicio. De yapa, los pasillos se llenan de pasajeros y al grito de: ¡video, video! se enciende el horroroso aparato para ver alguna violencia estrafalaria, muy al gusto del “soberano”. ¿Y los verde-olivos? Tal vez aún guiaban a los difuntos.
Las t`hantahuahuas y tanta gente viajera –masa con masa– me recordaron a Sigmund Freud y José Ortega y Gasset, autores de libros famosos: “La perversión de las masas” y “La rebelión de las masas”, respectivamente. Según el psicoanalista, la masa es por definición anónima, irresponsable y versátil, no hace sino lo que un caudillo quiere que haga. Por su parte, el filósofo español decía que asistimos al “brutal imperio de la masa”, que ignora las normas y su única forma de actuar es la acción directa. Si aún vivieran, vendrían a Bolivia a testimoniar la evidencia empírica de sus teorías.
También en Todos Santos (1979), la Asamblea de la OEA realizada en La Paz reconoció que el problema marítimo es de interés continental y que, por tanto, Chile debía atender la demanda boliviana. Fue un gran éxito diplomático sin duda; pero el golpe militar encabezado por Natusch Busch, y apoyado por las izquierdas y las derechas, empañó esa conquista. Años más tarde, siguió el fracaso del tratamiento bilateral entre Morales y Bachelet. La “diplomacia de los pueblos” no fue sino un embeleco retórico. Ahora nos jugamos la última carta en la Corte de La Haya. Dejando de lado las posturas demagógicas y los eufemismos, o se vuelve de allí con el mar o hay que olvidarse de él otro siglo; así de dramática es la disyuntiva.
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