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Exuberancia Irracional Latinoamericana

Exuberancia Irracional Latinoamericana

Ernesto Talvi.- América Latina está llegando al final de un ciclo extraordinario de crecimiento que ha transformado gran parte del continente, especialmente a los países exportadores de materias primas. Pero a medida que el auge se disipa, se hace más evidente una profunda y debilitante deficiencia: los inadecuados sistemas educativos de la región. Esta deficiencia socava las perspectivas económicas del continente a largo plazo, la estabilidad social, la lucha contra la pobreza y la exclusión social.
Estas advertencias han sido oscurecidas en los últimos años por titulares que destacaban las elevadas cifras de crecimiento del PBI. Desde 2004 a 2011 la región casi duplicó su tasa de crecimiento promedio de largo plazo. Este período de expansión sostenido fue aún más notable porque interrumpió medio siglo de decadencia relativa, cuando el ingreso per cápita de América Latina en relación a los Estados Unidos pasó de ser alrededor del 50% en 1950 al 23% en 2004.
La aceleración del crecimiento económico, el aumento de los ingresos privados y públicos y una política de redistribución activa en la última década, han contribuido a reducir las tasas de pobreza en 13 puntos porcentuales y la extrema pobreza en 5 puntos porcentuales. Esto ha extendido la clase media (medida por el ingreso de los hogares), lo que a su vez ha ayudado a la región a consolidar la democracia.
Los años de prosperidad se basaron en políticas macroeconómicas sólidas, pero fueron impulsados en gran medida por los altos precios de las materias primas y un fácil acceso al capital y al crédito externo a muy bajo costo, como resultado de la crisis financiera en los países avanzados. A medida que los inversores buscaban mayores rendimientos e invirtieron en tierras, propiedades, acciones, bonos, depósitos bancarios y en la instalación de nuevas empresas en los mercados emergentes, los flujos de capital hacia América Latina se triplicaron desde 2007, aumentando los precios de los activos, el crédito, la demanda agregada y el crecimiento.
Actualmente, con la perspectiva de aumentos de las tasas de interés en los países avanzados y la consecuente reversión de los flujos de capital y los precios de las materias primas, el panorama económico se nos muestra con mayor claridad –y no es ni de lejos tan brillante como antes parecía. Una vez que excluimos de los cálculos de crecimiento los altos precios de las materias primas y el bajo costo de capital y de crédito, el desempeño económico reciente de América Latina apenas supera su prosaico promedio histórico. Un argumento similar puede hacerse con respecto a las mejoras observadas en la productividad total de los factores de la región.
Un indicador más contundente del progreso –o más bien la falta del mismo– es la insignificante mejora en el área de la educación. Según la reconocida encuesta elaborada por el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA), en la que participan 65 países de todo el mundo y que clasifica a los países por su nivel de educación, en torno a la mitad de estudiantes de 15 años de edad en América Latina se desempeñaron por debajo de los niveles básicos en matemáticas, ciencias y lectura. Si bien aumentaron los resultados de los estudiantes del quintil socioeconómico alto de la región en la última década, hubo pocos cambios en los quintiles inferiores, en los cuales el 70% de los estudiantes no alcanzó los niveles más básicos.
En otras palabras, antes de entrar en la fuerza de trabajo, la mitad de todos los estudiantes del último curso de la enseñanza obligatoria carece de las habilidades mínimas requeridas por los empleadores. Para la mayoría de ellos estas brechas de aprendizaje no se cerrarán jamás.
La deficiencia en los sistemas educativos de América Latina refuerza una visión menos resplandeciente de su éxito económico en los últimos años –que atribuye los buenos resultados principalmente a las condiciones externas favorables y no a la mejora de la productividad. De hecho, si medimos los logros sociales y económicos de la región por el nivel educativo de sus trabajadores en lugar de por sus niveles de ingreso –incluyendo la expansión de la tan celebrada nueva clase media–, estos son mucho más tenues de lo que se creía.
Las consecuencias del fracaso educativo son alarmantes. Algunos trabajadores se ven forzados a trabajar en el sector informal, donde los salarios son bajos y donde no existen las protecciones laborales básicas, otros se vuelven dependientes de la caridad estatal, creando un terreno fértil para políticos populistas. Además, esta situación estimula las actividades delictivas. De hecho, el auge económico no logró reducir la criminalidad e incluso pudo haber contribuido a aumentarla en la medida en la que aquellos desprovistos de un nivel educativo básico quedaron excluidos del aumento de la prosperidad que les rodeaba.
Las economías de la región se están enfriando, el crecimiento de los ingresos desacelerando y las entradas de capital de bajo costo dejarán de fomentar niveles de consumo privado y público exuberantes. Condiciones financieras globales más estrictas forzarán a América Latina y a las economías emergentes en general, a alinear el gasto privado y público con los ingresos, causando desajustes macroeconómicos, debilitando la capacidad de hacer políticas redistributivas y frustrando las esperanzas de una vida mejor, lo que alimentará el malestar social.
Para evitar este escenario, los líderes políticos necesitan tener una visión a largo plazo del crecimiento económico. Y lo esencial en este sentido es la idea de que una sociedad justa y próspera necesita jóvenes educados a los niveles requeridos por una fuerza laboral moderna. Si la educación de alta calidad sigue siendo del dominio exclusivo de unos pocos, ninguna cantidad de exuberancia irracional será capaz de enmascarar la amenaza que conlleva para el crecimiento económico y la estabilidad social a largo plazo.


Ernesto Talvi es Non Resident Senior Fellow de la Brookings Institution y Director de la Brookings Global-CERES Economic and Social Policy in Latin America Initiative (ESPLA).