EDITORIAL

Mensajes preocupantes

Mensajes preocupantes

El desarrollo y la equidad social serán posibles sólo si previamente se respeta al ser humano y los derechos que tiene por el hecho de ser tal y no por adjudicación graciosa de ningún poderoso

La incorporación, mediante voto, de países como Rusia, China y Cuba al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas es, desde un enfoque que da prioridad a la defensa de esos derechos, preocupante, pues muestra que los intereses políticos nuevamente se están sobreponiendo a los avances que la humanidad ha dado, particularmente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en este campo.
Para nadie es desconocido –y tampoco para los gobiernos de esos países– que se trata de naciones en las que el respeto a los derechos humanos básicos está supeditado a las decisiones que emanan de una cúpula política-militar que se siente por encima de las normas universalmente aprobadas sobre este tema. Es más, los portavoces de esos gobiernos tratan de justificar las permanentes violaciones a esos derechos porque es tal la evidencia de que lo hacen, que no pueden negar esa dura realidad.
Además, esta preocupante incorporación se añade a los intentos, en nuestra región, de eliminar la independencia del Sistema Interamericano de Derechos Humanos respecto a los gobiernos de turno. Este sistema es parte de la Organización de Estados Americanos (OEA), pero tiene total independencia en la definición de sus tareas y decisiones, lo que permite que la gente confíe en él y que sus dictámenes sean equilibrados, plenamente justificados e imparciales.
Es esa independencia la que gobiernos como Venezuela y Ecuador, ahora, como antes el gobierno de Alberto Fujimori en Perú, interpelan y quieren reformar para que, probablemente como ahora está ocurriendo en el Consejo de Derechos Humanos de la Naciones Unidas, el sistema de defensa de los derechos humanos actúe en su beneficio, con lo que se eliminaría el espíritu protector que ahora ostenta.
Desde otro enfoque, llama la atención que tanto en Naciones Unidas como en la región se olviden las razones que justificaron la creación de estos sistemas supranacionales para garantizar el respeto a los derechos humanos. Peor aún si muchos de quienes en décadas pasadas se beneficiaron de este sistema, ahora forman parte de los gobiernos que buscan su subordinación, como parte de su reproducción sine die en el ejercicio del poder.
Se trata, sin duda, de un momento de tránsito. Si el espíritu que guió la creación de sistemas internacionales de protección de derechos humanos prevalece en contra de estos circunstanciales retrocesos, habrá esperanza en que, de a poco, podremos seguir perfeccionando la pacífica convivencia. En cambio, si ganan quienes quieren obtener el poder total sin control alguno, habrá que estar seguros de que se tratará de un mazazo muy duro a la convivencia pacífica y la creación de una cultura de respeto y paz.
Sin embargo, pese a retrocesos que ya se han dado a lo largo de la historia de la humanidad, finalmente se consolidará el convencimiento de que el desarrollo y la equidad social serán posibles sólo si previamente se respeta al ser humano y los derechos que tiene por el hecho de ser tal y no por adjudicación graciosa de ningún poderoso.