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El amargor del azúcar
El amargor del azúcar
Peter Singer.- El azúcar es dulce, pero la ética de su producción es cualquier cosa menos atractiva. Un reciente informe, “Sugar Rush” (“La carrera en pos del azúcar”), hecho público por Oxfam Internacional, como parte de su campaña “Behind the Brands” (“Detrás de las marcas”), ha mostrado que nuestra utilización del azúcar nos compromete con apropiaciones de tierras que violan los derechos de algunas de las comunidades más pobres del mundo. Unos consumidores mejor informados y más éticos podrían cambiar esa situación.
Estamos programados genéticamente para que nos gusten los dulces y, cuando las personas mejoran de situación económica, consumen más azúcar. El aumento consiguiente de los precios del azúcar ha inducido a los productores a buscar más tierras en las que cultivar la caña de azúcar.
No es de extrañar que los pobres pierdan cuando sus intereses entran en conflicto con los de los ricos y poderosos. El informe de Oxfam ofrece varios ejemplos de productores que han adquirido tierras sin el consentimiento de quienes viven en ellas, con lo que los agricultores han pasado a ser trabajadores sin tierra. Veamos uno de ellos.
En el Estado de Pernambuco, del nordeste del Brasil, un grupo de familias de pescadores habían vivido desde 1914 en islas del estuario del río Sirihaém. En 1998, la refinería de azúcar de la Usina Trapiche solicitó al Estado que le cediera esas tierras. Los isleños dicen que a continuación la refinería destruyó sus hogares y pequeñas explotaciones agrícolas y amenazó con seguir recurriendo a la violencia contra los que no las abandonaran.
Según las familias de pescadores, en época tan reciente como el año pasado empleados de la refinería quemaron hogares que habían sido reconstruidos. Trapiche trasladó a esas familias a una ciudad cercana, donde tienen acceso a la electricidad, el agua, el saneamiento y la escolarización, pero, si quieren seguir pescando, tienen que hacer un recorrido muy largo. Muchas de ellas siguen pretendiendo regresar a las islas.
Tanto Coca-Cola como PepsiCo utilizan el azúcar de la Usina Trapiche en sus productos. ¿Resultan ser entonces responsables de las injusticias cometidas a las personas cuyas tierras está utilizando Trapiche para producir ese azúcar? En el decenio de 1990, Nike intentó lavarse las manos respecto de su responsabilidad en la utilización de trabajo infantil y otros métodos laborales sin escrúpulos en las fábricas que producían sus zapatillas, cosa que no hizo gracia precisamente a sus clientes, y al final Nike decidió hacer lo que debía: inspeccionar las fábricas, abordar los problemas y ofrecer transparencia sobre sus proveedores.
Asimismo, la reacción inicial de McDonald a las críticas contra los métodos de sus proveedores que menoscababan el bienestar animal fue el de demandar ante la Justicia a los activistas que hicieron esas alegaciones. La empresa esperaba que sus críticos se rindieran, pero, cuando dos de ellos, que nada tenían ya que perder, se defendieron ante los tribunales, el resultado fue el juicio por difamación más largo de la historia jurídica británica... y un desastre de relaciones públicas para esa gigantesca empresa trasnacional.
Después de que el juez sostuviese que algunas de las afirmaciones de los activistas no eran difamatorias, porque eran ciertas, McDonald’s comenzó a aceptar la responsabilidad por los métodos de sus proveedores. Desde entonces ese asunto ha pasado a ser una fuerza, muy necesaria, en pro de la mejora del trato dispensado a los animales utilizados para la producción de alimentos en los Estados Unidos.
Más recientemente, el hundimiento en este año de la fábrica de prendas de vestir Rana Plaza de Bangladesh, que mató a más de mil personas, planteó una cuestión similar a ese sector industrial. La Associated British Foods (ABF), que es a un tiempo una importante productora de azúcar y la propietaria de la cadena de fábricas minoristas de prendas de vestir Primark, se hizo responsable de sus proveedores al subscribir, junto con otras ochenta marcas de prendas de vestir, un acuerdo sobre seguridad de las construcciones jurídicamente vinculante y apoyado por los sindicatos y el Gobierno de Bangladesh.
Lo aplicable a la industria de las prendas de vestir debe serlo también a la de los alimentos.... y no sólo en lo relativo al azúcar, sino también a toda la producción de alimentos. Oxfam pide a las diez mayores marcas de empresas elaboradoras de alimentos que tomen la iniciativa de dar ejemplo reconociendo su responsabilidad por las violaciones por parte de sus proveedores de los derechos a la tierra de terceros.
En particular, Oxfam quiere que esas empresas dejen de comprar a los proveedores que hayan adquirido tierras a productores de alimentos en pequeña escala sin el consentimiento previo, en libertad y con conocimiento de causa. En los casos en que ya se ha adquirido tierras sin dicho consentimiento y la adquisición esté en litigio, Oxfam quiere que las grandes empresas insistan en que se respeten los procedimientos justos de resolución de controversias.
En “Behind the Brands” figura una ficha de calificación de las diez mayores sobre diversas cuestiones, incluidas las consecuencias de sus actividades para los trabajadores, el agua, las tierras, las mujeres y el cambio climático. Respecto de las cuestiones relativas a las tierras, Oxfam clasifica a PepsiCo y a ABF como “deficientes” o “muy deficientes”. Nestlé obtiene una calificación mejor, porque sus directrices para los proveedores, por las que se rigen sus adquisiciones de azúcar, soya, aceite de palma y otros productos básicos, exigen que obtengan el consentimiento previo, con libertad y conocimiento de causa de las comunidades indígenas y locales antes de adquirir tierras.
Nestlé fue la primera de esas diez mayores empresas en apoyar ese principio plenamente. Después, el 7 de noviembre, Coca-Cola respondió a la campaña de Oxfam declarando que adoptaría una actitud de “nula tolerancia” ante la apropiación de tierras por parte de sus proveedores y embotelladores. Coca-Cola se comprometió a revelar cuáles son las empresas que le suministran caña de azúcar, soja y aceite de palma para que se puedan hacer evaluaciones sociales, medioambientales y de derechos humanos; además, va a dirigirse a la Usina Trapiche para abordar el conflicto con las familias de pescadores del estuario del río Sirinhaém.
La campaña de Oxfam está mejorando las normas que debe cumplir la industria alimentaria mundial. Si PepsiCo y ABF quieren que las consideremos productoras éticas, deben seguir el ejemplo de Nestlé y ahora de Coca-Cola y aceptar la responsabilidad por el comportamiento de sus proveedores para con algunas de las personas más pobres y más indefensas del mundo.
Peter Singer es profesor de Bioética en la Universidad de Princeton y profesor laureado en la Universidad de Melbourne.
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