EDITORIAL
Años de déficit y bonanza
Años de déficit y bonanza
Es necesario y urgente
Establecer políticas públicas de aliento a la inversión y el emprendimiento, sobre la base de la búsqueda y captura de mercados de exportación
La reciente noticia referida a que en los últimos diez años se habría mantenido el déficit comercial en el rubro de las manufacturas en el país, sin duda debe llamar la atención, mucho más en un momento en que se pronostica el fin de la gran demanda de recursos naturales que ha sustentado, en gran medida, la época de bonanza que vive Bolivia desde el año 2006.
De acuerdo al último informe del Instituto Boliviano de Comercio Exterior, elaborado en base a datos del Instituto Nacional de Estadística, el saldo comercial de las industrias manufactureras, hasta septiembre de 2013, continuó siendo negativo, alcanzando los 4.392 millones de dólares de déficit, debido a que las importaciones en este sector triplicaron al valor de las ventas externas.
Que en el lapso de diez años, siete de los cuales han transcurrido sobre un periodo de excelentes ingresos por nuestra exportación de recursos naturales, no hayamos sido capaces de fortalecer en forma suficiente nuestro aparato productivo, incrementando nuestras ganancias por la producción y venta de productos no tradicionales, es un indicador de que debemos acrecentar los esfuerzos por consolidar políticas de planificación y prevención ante los certeramente venideros periodos de crisis.
Se debe aclarar que no es que las exportaciones no tradicionales no hayan aumentado en los últimos años, el problema es que las importaciones igualmente se han incrementado, y en volúmenes mayores a las primeras.
Se habla mucho de la necesidad de dejar en el pasado nuestra permanente dependencia de la exportación de recursos naturales, porque sus precios son siempre fluctuantes, los inventos modernos suelen reemplazarlos por alternativas más eficientes y baratas, o su explotación y venta no genera empleos de manera intensiva. Sin embargo, las frías cifras indican que aún tenemos mucho que hacer en tal sentido.
De acuerdo al mismo informe, la diferencia negativa entre exportaciones e importaciones del rubro se habría incrementado sistemáticamente durante los diez años pasados, cosa que de alguna manera ratifica la fragilidad de nuestra economía ante posibles caídas de los precios de las materias primas, e indica que podríamos estar desperdiciando una etapa ideal para poner en práctica aquello de “prepararse durante la época de vacas gordas para la época de vacas flacas”.
La ventaja del fortalecimiento y diversificación del aparato productivo es que, además de generar mucho más empleo que la industria extractivista, siempre habrá bienes que a pesar de las crisis mantendrán un nivel importante de demanda, como es el caso de los alimentos, que a diferencia de otra clase de productos, son imprescindibles.
Debería, entonces, llamar seriamente la atención de nuestras autoridades el hecho de que los datos expuestos indican que hoy como antes es necesario y urgente establecer políticas públicas de aliento a la inversión y el emprendimiento, sobre la base de la búsqueda y captura de mercados de exportación, que nos permitan generar ingresos económicos que puedan compensar las posibles pérdidas debidas a una circunstancial crisis de los precios de las materias primas.
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