ESCENARIO GLOBAL
La dolencia crónica de las economías desarrolladas
La dolencia crónica de las economías desarrolladas
Alberto Zelada Castedo.- Según un último informe divulgado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el crecimiento de las economías de los países desarrollados se mantendrá bajo. Con excepción de la economía de Estados Unidos, que se estima crecerá en un 2,9 por ciento el próximo año, las de los restantes países que integran la organización marcarán índices inferiores. El conjunto de las economías de la zona euro, a pesar de que empieza a salir de la recesión, crecerá el año próximo a una tasa de sólo 1 por ciento. Para la economía británica se espera un crecimiento del 2,4 por ciento y para la economía japonesa del 1,4.
Esta lenta recuperación económica después de la crisis económica financiera desatada a fines del pasado decenio es atribuida a diversos factores. Entre estos, según explicaron expertos de la OCDE, no es desdeñable el efecto de la “desaceleración de los mercados emergentes”. Se estima que la economía china crecerá, en 2014, a una tasa de 8,2 por ciento y no de 8,4 por ciento como se supuso anteriormente. Las economías de Brasil y de México alcanzarán tasas del 2,2 y 3,8 por ciento, respectivamente. Estos índices se encuentran también por debajo de anteriores previsiones.
Si bien este último factor no es desdeñable, desde el punto de vista estructural, el fenómeno de la difícil recuperación o de la tan prolongada crisis de desempeño de las economías de los países desarrollados, sigue planteando interrogantes sin respuesta. Hace poco el Fondo Monetario Internacional auspició un encuentro de un grupo de distinguidos economistas para examinar esta difícil cuestión. Al comentar el intercambio de ideas, un analista del Wall Street Journal, puso de relieve el ambiente reinante en el encuentro al señalar las dificultades para encontrar explicaciones plausibles a esta “prolongada enfermedad económica”.
El mismo comentarista señaló de qué manera se hizo evidente que, para las grandes economías occidentales y el Japón, la cuestión más urgente “ya no es cómo tratar un brote agudo de recesión o controlar una fiebre inflacionaria”. Es, en todo caso, “cómo prevenir que las crisis financieras se contagien y cómo manejar la dolencia crónica de una expansión lenta”. La evidencia incontrastable de esta dolencia lleva a pensar que estas economías tendrán también su “década perdida”.
Para un economista conocido como Lawrence Summers, el riesgo de que una crisis financiera se repita es menos serio que la amenaza de la “crisis continua”. Esta se manifiesta, por ejemplo, en el hecho de que cada vez más jóvenes vivan con sus padres porque no pueden conseguir trabajo después de graduarse.
En suma, a lo largo de un animado intercambio de opiniones, en el cónclave organizado por el FMI, al decir del comentarista del Wall Street Journal, se hizo evidente un indisimulado realismo al tratar de comprender e interpretar la “lenta expansión” de las economías desarrolladas. Sin embargo, este “nuevo realismo” no estuvo acompañado de un consenso sobre alguna “cura para la persistente debilidad del repunte”. Apenas hubo algún llamado a favor de la mayor inversión en infraestructura.
Estas reflexiones no son irrelevantes para los hacedores de políticas económicas en los países de América Latina. Se trata de un examen significativo de uno de los condicionantes del desarrollo regional. Si la lenta recuperación de las economías occidentales y japonesa persisten, el sostenido crecimiento regional de los últimos años podría perder impulso. Mucho más si otras economías, como las de China, Rusia e India, también exhiben señales de un crecimiento menos vigoroso que en el inmediato pasado.
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