EDITORIAL
Entre el ambientalismo y la depredación
Entre el ambientalismo y la depredación
Es tanta la distancia entre los dichos y los hechos cuando de asuntos ambientales se trata, que cerrar esa brecha es una tarea impostergable
El miércoles, en el marco de la Conferencia de las Partes 19 (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (Unfccc), que tiene lugar en Varsovia, Polonia, y en medio de la expectativa que desde hace algunos años suele preceder a las intervenciones de los representantes de nuestro país, hizo su presentación en nombre del gobierno el Ministro de Medio Ambiente y Agua. Y lo hizo en una forma y con unos términos que han mostrado, lamentablemente y una vez más, una falta de correspondencia entre las intenciones y los hechos, que ya es característica de los discursos oficiales no sólo en nuestro país, sino en el mundo entero.
El primer dato que respalda esa afirmación es que si se recuerda el espíritu con que hasta hace algún tiempo la delegación boliviana hacía sentir su presencia en el escenario internacional cuando de hablar de la “Pacha Mama” se trataba, y se lo compara con las políticas oficiales ahora prevalecientes, resulta inocultable la magnitud del cambio que se ha producido. Un cambio que va muy aparejado de la derrota de las corrientes ambientalistas frente al pragmatismo de los gobernantes a escala planetaria.
Que tal viraje no sea atributo exclusivo del gobierno boliviano no hace más que agravar la importancia de tal giro. Es que si nuestro país ocupaba un lugar protagónico en los escenarios internacionales cuando nuestros representantes se presentaban como abanderados de la causa ambientalista, hoy también ocupa un sitial muy destacado, pero por razones diametralmente opuestas, efecto, entre otras causas, de la dura labor de gobernar.
En efecto, mientras el representante del gobierno boliviano afirmaba que “la única forma de detener el agravamiento del cambio climático y los efectos que estamos viviendo es asumiendo nuestra obligación ética y moral con la Madre Tierra”, y que “el Estado Plurinacional de Bolivia asume una obligación ética con el Planeta y propone la necesidad de que el ser humano recupere el sentido de unidad y pertenencia con la Madre Tierra”, en círculos académicos y científicos se daba amplia difusión a un reporte publicado días antes por la revista Science, en el que se identifica a Bolivia como el cuarto de una lista de los seis países que más contribuyen a la destrucción de los bosques del planeta.
Para dar una idea de la gravedad del daño ambiental en el que está involucrado nuestro país como uno de sus principales causantes, Science sostiene en su informe que “todo el avance realizado por Brasil, en cuanto a la reposición de bosques, está siendo opacado por la rapidez y magnitud de la deforestación en estos seis países”.
Como es evidente, tan enorme distancia entre los dichos y los hechos no es sostenible y tarde o temprano en Bolivia, y no sólo en esferas gubernamentales sino en la sociedad en general –pues el asunto incumbe a todos– tendremos que asumir el desafío de cerrar la brecha. Desechar la grandilocuencia “pachamamista”, por un lado, y poner algún límite a la depredación, por otro, sería un buen punto de partida.
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