DESDE LA TIERRA
Amigos de Aldeas SOS
Amigos de Aldeas SOS
Lupe Cajías.- Es posible encontrar buenas noticias en medio del estropicio; como dijo un poeta, cada día alguien nos ofrece una rosa aún cuando nos rodee el fango. Una rosa traducida en un trabajo consciente y responsable para ayudar a un niño a tener condiciones materiales y espirituales para superar su orfandad.
Aunque el fenómeno de niños abandonados es secular, aumentan las cifras de la infancia en situación de riesgo en el mundo moderno por conflictos armados; pobreza estructural; violencia contra la mujer; desestructuración de las familias; familias disfuncionales; falta de valores morales, falta de esperanza colectiva.
En Bolivia se crearon orfelinatos desde el inicio de la república, dependientes de congregaciones religiosas o del Estado. Desde mi adolescencia visité aquellos centros, casi siempre sucios y con un fondo de llantos y gemidos.
Los aymaras compadecen al huérfano como uno de los destinos más dolorosos. En los centros mineros, la solidaridad es mayor que la miseria, y los vecinos, las palliris, los sindicatos, organizan espacios para darles un hogar. Niños que perdieron a sus padres en alguna masacre accedieron a ese consuelo.
Desde hace medio siglo existe una respuesta más estructural, institucionalizada. En el país funciona desde los setenta el sistema de familias sustitutas, formadas para ello por especialistas de las Aldeas SOS. Creadas por un joven alemán después de la Segunda Guerra Mundial, las Aldeas SOS cobijan a niños con alguna dificultad para estar con su familia biológica. Mujeres que optan por un destino de servicio a la comunidad son las madres para 8, 9, 11 chicos y chicas en una casa. Los niños tienen derecho a la educación, a la salud, a profesionalizarse.
El funcionamiento de las Aldeas SOS imita el sueño de María Montessori ofreciendo la oportunidad a los pequeños para un desarrollo basado en el amor y la responsabilidad. Todo está organizado para que cada chico tenga su propio espacio, su madre, sus tías, sus hermanos (a veces biológicos, a veces de aldea) y tenga posibilidades reales para escoger su futuro.
Cualquiera puede ser amigo de las Aldeas y aportar mensualmente con 30 bolivianos: ya es un desayuno semanal para un niño de ocho años; con 120 para el pan de cada día; con 200 para que alcance para la mantequilla. Ahora que llega Navidad Aldeas SOS ofrece sus tarjetas preciosas y muchos regalos.
Cumplo una década de amiga y soy feliz, sé que lo que ahorre este mes al tomar micro y no radiotaxi, este domingo se transformó en salteñas para los chicos. Un instante, nada más, pero así se teje la vida. En cada departamento hay una Aldea SOS.
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