OJO DE VIDRIO
Gregorio Iriarte OMI
Gregorio Iriarte OMI
Ramón Rocha Monroy.- Leí con devoción la nota suculenta que escribe el Moro Gumucio en su blog Bitácora Memoriosa a poco más de un año de la muerte de Gregorio Iriarte OMI el 11 de octubre del año pasado y para la presentación del libro de Marta Orsini, que contiene una valiosa biografía y testimonios sobre la recia personalidad de este navarro manso y bueno, cuya cualidad mayor era su facilidad para predicar por escrito el Evangelio mencionando apenas a Dios pero con profunda fe en el ser humano.
Precisamente una fotografía del Moro, que reprodujimos y comentamos, muestra a Luis Espinal, Gregorio y Xavier Albó repartidos en una multitud reunida frente a la FSTMB el 18 de enero de 1979, cuando la lucha por la democracia frente a la dictadura era cosa de todos los días y noches. De los tres, dijimos, sólo insiste y persiste Xavier Albó, y ojalá Dios lo tenga por siempre a nuestro lado.
Entre 80 de otros, el libro de Marta Orsini contiene un testimonio de Gumucio Dagron, cuyas líneas comento. Son testimonios que abarcan desde sus primeros 14 años en Navarra, su viaje a Argentina y Uruguay y su llegada a Bolivia en 1964, durante la dictadura de Barrientos, como director de Radio Pío XII y, ante todo, amigo de los mineros y de sus familias, entre ellos del máximo ejecutivo de la FSTMB, Federico Escóbar, quien por cierto era militante del Partido Comunista, pero ello no lo excluía de la práctica de un religioso para salvarle la vida.
Gumucio lo califica como un “gran hombre de fe y compromiso social” que se deja definir por los versos de Whitman: “Soy grande, contengo multitudes”.
El casi centenar de testimonios componen un rompecabezas que servirá al lector para construir la biografía de Gregorio, un hombre que hablaba poco y con ironía de sí mismo, pero de quien hablaban todos quienes lo conocieron: mineros, radialistas, amas de casa y quienes en Cochabamba aprendimos a valorar su obra y su mansedumbre de apóstol austero y santo.
El Moro Gumucio destaca la condición de escritor compulsivo de Gregorio, y de lector de sociología, economía y política, disciplinas que junto a la escritura aprendió por su cuenta. Pero quizá le enseñó más el compromiso con la realidad boliviana de lucha contra la dictadura militar y el escamoteo de la democracia por la imposición del neoliberalismo, que le duró casi un siglo, hasta su muerte. En efecto, poco antes de morir, citaba a Juan Pablo II, quien condenaba el neoliberalismo como la conducta más opuesta a la caridad, la solidaridad y el amor al prójimo, que siempre fueron virtudes cristianas. “Era un gran comunicador porque sabía escuchar. Todos los testimonios rescatan su calidad humana, su humildad extrema, su absoluta identificación con Bolivia. Gregorio era tan o más boliviano que cualquiera de nosotros”, resume Gumucio y recuerda el asesinato salvaje de Luis Espinal en marzo de 1980, una época en la cual Gregorio era Presidente de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH) y le encomendó coordinar un libro sobre el religioso torturado y asesinado por Arce Gómez y los paramilitares de García Meza.
Una revisión exhaustiva de los papeles, fotos y archivos de artículos, cartas y guiones de cine de Espinal, guardados en el dormitorio contiguo al de Xavier Albó, que Espinal ocupó en vida, más autores que escribieron sobre él, permitió la publicación del libro “Lucho Espinal, testigo de nuestra América”, que lleva el sello editorial de la APDH. Entre esos artículos, Gumucio menciona “El compromiso del periodista”, de Antonio Peredo; el de Lucho y la religión, “Su vida con Dios”, de Xavier Albó; “La hora de los asesinos”, de Gregorio Iriarte; la introducción “Trayectoria del hombre”, de Gumucio Dagron, y “Un hombre de cine”, que resume la labor de Espinal como crítico y cineasta. El golpe de García Meza el 17 de julio de 1980 se interpuso y Gumucio salió al exilio en México, pero Gregorio Iriarte publicó el libro con el título de “Luis Espinal, el grito de un pueblo”, a un año de la dictadura y como anónimo, para seguridad de los autores.
“Gregorio era un hombre de médula solidaria y con una ética y una moral de hierro”, dice Gumucio, pero es mejor consultar su blog Bitácora Memoriosa, para gozar de una lectura aleccionadora.
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