EDITORIAL
Un nuevo fracaso de la cumbre del clima
Un nuevo fracaso de la cumbre del clima
En Polonia se ha constatado una vez más que los escenarios de la diplomacia han quedado demasiado estrechos para afrontar tan conflictivo tema
Una vez más, tal como viene ocurriendo año tras año sin ninguna variación significativa, se ha clausurado en Varsovia la 19 versión de la Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático de la ONU (COP19), sin que los 190 países participantes hayan logrado un acuerdo sobre la mejor manera de afrontar el problema.
Nada parece haber variado desde 1997, cuando en la ciudad japonesa de Kioto se sentaron las bases del Protocolo de Reducción de Emisiones. Desde entonces nada se ha avanzado en el intento de acercar posiciones y construir un consenso mínimo capaz de aunar los esfuerzos y voluntades de los gobiernos del mundo en una sola dirección. Las diversas corrientes en que está dividida la comunidad internacional ante los desafíos que trae consigo el problema ambiental no sólo que no han atemperado sus discrepancias, sino que éstas se han profundizado más aún, alentadas por los inciertos datos que aportan las más recientes investigaciones científicas sobre la naturaleza y magnitud del problema ambiental en nuestro planeta.
El resultado de tal falta de coincidencias ha sido, una vez más, que ninguna de las partes involucradas ha salido satisfecha de la Conferencia de Varsovia. Ni quienes denodadamente intentan que el tema del cambio climático sea definitivamente retirado de la agenda internacional lograron hacer prevalecer su causa, ni quienes quisieran ver acciones mucho más drásticas para reducir la contaminación ambiental lograron disminuir los motivos de la frustración con que terminan las sucesivas cumbres sobre el cambio climático.
Dados los antecedentes del tema es, en fin, lo que esperaba. Es que los resultados de las investigaciones científicas que año tras año se realizan sobre la materia, lejos de dar nuevas luces y aclarar el panorama, no hacen más que aumentar los motivos de la confusión.
Ante tal panorama, los gobiernos de los países más influyentes del mundo parecen haber optado por el cómodo camino de combinar muy vehementes declaraciones verbales sobre sus buenas intenciones, con estériles y muy tímidas medidas prácticas que no contribuyen a atenuar los efectos de la actividad humana sobre el equilibrio ecológico del planeta.
Tal manera de eludir el problema, sin embargo, parece estar llegando ya a su límite. Es que ni los países más reacios a asumir cualquier compromiso para disminuir su cuota de responsabilidad en la emisión de gases contaminantes, encabezados por China e India, están dispuestos a aceptar las presiones, por muy tímidas que éstas sean, ni las organizaciones defensoras de la causa ambiental quieren seguir avalando con su presencia conferencias como la de Varsovia que ya no pueden ocultar su ineficiencia.
Ese agotamiento de la paciencia se ha manifestado con toda su crudeza cuando los representantes de las más grandes Organizaciones No Gubernamentales defensoras de la causa ambiental decidieron abandonar la cumbre amenazando con optar por otras vías de presión sobre los gobiernos y organismos internacionales.
Así pues, en Polonia se ha podido constatar nuevamente que los escenarios de la diplomacia internacional han quedado demasiado estrechos para afrontar un tema en el que hay tantos y tan grandes intereses involucrados.
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