PAREMIOLOCOGI@

¿Cocacracia?

¿Cocacracia?

Arturo Yáñez Cortes.- Se atribuye a Platón y Aristóteles, la tradicional clasificación de las formas de gobierno en aristocracia (gobierno de unos pocos, por lo general los nobles); autocracia (gobierno de uno solo) y democracia (gobierno del pueblo). Contemporáneamente se habla de plutocracia (gobierno de los ricos) y está muy de moda –por algo debe ser– el término kakistocracia: el gobierno de los peores, llamado también cacacracia (cualquier similitud incluyendo la sonora, es simple coincidencia).
Y, como gustan delirar los plurinacionales que con su complejo de Adán juran que están inventándolo todo, incluyendo la pólvora, la rueda y el fuego, varios acontecimientos parecen probar que bien podría atribuírseles inventar una nueva forma de gobierno: la cocacracia (de coca, la hoja verde “sagrada” y cracia (sufijo griego que significa gobierno o sistema). Se trataría del último grito de la moda: el gobierno de la coca.
Veamos: tiempo atrás, un magistrado del Tribunal Constitucional Plurinacional electo por la mayoría oficialista en la Asamblea Plurinacional (aunque ahora es candidato a ser defenestrado) asombró al mundo jurídico al proclamar que resolvía sus fallos consultando la hoja de coca. Mucho más antes (pasaron como ocho años, aunque para algún tribunal eso no se computa…) el flamante Presidente llegó a tan alto cargo, como representante de las seis federaciones del trópico que se dedican al cultivo de la hoja de coca e, incluso, una vez asumida la Presidencia, sigue manteniendo esa representación, parece que con carácter vitalicio; la prensa acaba de informar que los cocaleros del trópico cochabambino “anularon orgánicamente” la Ley 1008 de Régimen de la Coca y Sustancias Controladas, arguyendo que fue elaborada por estadounidenses y por tanto, no consensuada con el sector productor de la hoja de coca (¡¡¡faltaba más!!!). Como no podía faltar, la Constitución ensangrentada de La Calancha (esta semana se lamentan seis años de impunidad, que no será eterna…) le dedica una de sus secciones a la hoja “sagrada”, declarándola patrimonio cultural, recurso natural renovable de la biodiversidad de Bolivia y factor de cohesión social; aclarando –por si acaso– que en su estado natural no es estupefaciente. Es más, cualquier funcionario o candidato a empleado del plurinacional que se respete, para estar a tono con la moda que dicta el plurinacional, tiene que necesariamente mostrar un coqueto bolo de coca en uno de sus cachetes, como símbolo de pertenencia a la nueva oligarquía (gobierno de unos pocos), aunque cabe exceptuar a quienes acostumbran hacerlo desde antes (los otros son sólo impostores).
No obstante, los papelones que el Gobierno acaba de hacer para la presentación del famoso y ultra recontra secreto estudio integral sobre la hoja de coca, han alcanzado el paroxismo (exaltación extrema de los sentimientos y pasiones) llegando al extremo de primero presentarlo a los cocaleros en sesión ultra reservada (la Asamblea Legislativa Plurinacional había sido adorno nomás) y luego pretender cambiar elementales leyes de la matemática (1+1 es 2 y no 3) y especialmente, la estadística y el sentido común (el menos común de los sentidos), peor en esas apremiantes circunstancias…
Con esas evidencias –obtenidas por admisión de los hechos–, sostengo que una más de las contribuciones a la ciencia política de los cerebros más preclaros del plurinacional que harían palidecer a los mismísimos Aristóteles y Platón, es la invención de un nuevo flamante régimen de gobierno: la cocacracia: el gobierno de la coca, aunque al ejercerlo sus cultores harían bien en recordar aquello de MADISON: “Al organizar un gobierno que ha de ser administrado por hombres y para los hombres, la gran dificultad estriba en que primeramente hay que capacitar al gobierno para mandar sobre los gobernados y luego obligarlo a que se regule a sí mismo”.