OBSERVATORIO

Reforma, reforma ¿qué estás haciendo?

Reforma, reforma ¿qué estás haciendo?

Demetrio Reynolds.- ¡Dentro de poco, la friolera de ocho años sin novedad! Pero hace como tres que arrancó una tal reforma con rumbo no muy definido. Ahora se informa que por ahí está plantada. ¿Quién podrá socorrerla? Ese gran artista mexicano, que sabía acudir al llamado, ya no actúa.
La cosa no había sido tan fácil como cargarse de terminología abstrusa e incoherente. Al mejor estilo plurinacional, todo quiso ser y hacer la reforma. Se recordará que unos sabios amautas, exhumados del remoto precolombino, tenían que diseñar la “revolución educativa”, pero después se callaron en siete idiomas, más 36 lenguas nativas. Ahora no se sabe qué hacen, dónde están.
Entre tanto, el desafío se mantiene incólume. A veces es mejor que suene por controvertida a que se rodee de enigmático silencio. La discusión surge cuando por lo menos se avizora el problema, y entonces es preciso buscar la solución. Pero cuando nadie abre la boca es porque no interesa o no se entiende. A menos que el no hablar sea más inteligente que decir algo.
Como se pretende ser originario en todo, se ha ignorado olímpicamente la experiencia de las reformas anteriores porque dizque eran “neoliberales”. La nueva revolución educativa del misterioso “proceso de cambio” no termina de encontrar su camino, pero es muy útil para hablar de ella como si realmente existiera. Lo oscuro, cuanto más oscuro, más revolucionario. Esa es la otra fórmula del éxito.
Aquel elemental y conocido refrán de “zapatero a tus zapatos” aquí no se cumple; al contrario, la educación es tierra de nadie; todos pueden ser hasta ministros del ramo sin saber “leer ni escribir”. La pedagogía es una alta especialidad que todavía falta descubrir o importar de alguna parte. Sería un desatino enorme que un abogado sea director de un hospital y no un médico, pero en educación no importa. El que se hace cargo ya es pedagogo, “honoris causa”.
No han creído nunca ni van a creer ahora que un país no va más allá de donde llega su educación; como que es cierto, por eso mismo, no creen los jacobinos y bolcheviques de este tiempo maravilloso que nos ha tocado vivir. Si creyeran un poco, dejarían de ser revolucionarios, dejarían de hablar de solemnes absurdos como ese de “descolonización” y otras pavadas.
Una vieja práctica se presenta como nueva con un letrerito encima que dice: “Evaluación holística”. Porque parece lo más fácil, ese rubro es el más manoseado en todas las reformas. Tenemos una nutrida colección de reglamentos con las mismas cosas, más administrativas que técnicas. No entienden los autores del bodrio; menos, claro está, los que deben aprender para aplicarlo a los damnificados, los alumnos.
¡Uf, hemos corrido! El asunto no es para un artículo, pero tal vez sirva como alerta. ¿Quiere saber cuán efectivo es el plurinacional? Es la sencilla más cosa: visite al azar una escuela, un hospital y vaya por cualquier camino. Allí se encontrará de “fronteras” con la cruda realidad del país que antes era República, ahora no se sabe qué es.