CARTAS AL DIRECTOR
Violencia y poder
Violencia y poder
Ximena Peredo Linares.- La violencia que se ejerce por quienes circunstancialmente se encuentran en una situaci�n de poder, respecto de seres y personas que no pueden defenderse, fundamentalmente por encontrarse en desventaja frente al agresor, es un tema constante en la sociedad.
Las im�genes de abuso y violencia, que a diario los medios de comunicaci�n nos muestran, revelan que en Bolivia todav�a estamos en una sociedad patriarcal e hip�crita que, en muchos casos, no quiere asumir ni aceptar esta realidad lacerante. Las v�ctimas de la violencia en su mayor�a son principalmente los pobres, las mujeres y los ni�os, y tambi�n todos aquellos que se encuentran en una relaci�n de dependencia y/o subordinaci�n, y que precisamente por esa situaci�n no pueden denunciar los atropellos a los que son sometidos.
Es lo que recientemente ha sucedido en un centro de formaci�n policial, donde el abuso y castigos inhumanos han sido tan extremos que se ha producido la muerte de una joven mujer, quien ten�a la aspiraci�n leg�tima de ser polic�a. Qu� grave error el de ella, el de aspirar lo que otros abusivos consideran suyo, como si fueran due�os.
Este no es un caso aislado, porque ya se dieron muchos otros al interior de instituciones de formaci�n policial y militar. Cu�nta ser� la angustia e impotencia de los padres de j�venes que se encuentran en estos centros de formaci�n, ante la incertidumbre de no saber la suerte que tendr�n sus hijos, si terminar�n sus estudios o se los devolver�n antes de tiempo en un ata�d; de estar encomendando lo m�s preciado de sus vidas como son sus hijos a personas que se creen due�os de la verdad, y lo que es peor, que hacen uso de su poder para atentar contra la vida e integridad de j�venes que s�lo buscan profesionalizarse y ser personas de bien para su patria.
C�mo es posible que todav�a en esta �poca tan progresista en diversas �reas del conocimiento, puedan encontrarse al interior de instituciones de formaci�n policial y militar, "instructores" que no tienen el m�s m�nimo respeto por los derechos humanos, y lo que es peor ninguna consideraci�n ni noci�n por la protecci�n del bien m�s preciado, como es la vida.
De qu� sirven las leyes que en su redacci�n protegen a los m�s vulnerables, si al interior de ciertas instituciones se mantiene sistem�ticamente la cultura del abuso, la prepotencia y la muerte.
Los culpables de que esta situaci�n no cambie no son solamente los torpes agresores; tambi�n lo son los que disimulan o minimizan esos hechos tan graves, los encubridores que mienten o dicen verdades a medias, que ofenden la inteligencia de la opini�n p�blica, emitiendo informes sin contenido claro, como un m�dico cuando indica que la cadete muri� porque padec�a de asma, cuando en todos los programas informativos de televisi�n, se mostraron im�genes del cuerpo golpeado de la v�ctima.
Somos tambi�n culpables todos los que callamos, que nos convertimos en observadores pasivos de la injusticia, y no hacemos nada para cambiar la situaci�n.
Por eso, por la indignaci�n que siento por el abuso de los poderosos, por el dolor de los humildes, y para no sentirme tan culpable, me he atrevido a esbozar estas l�neas, sin mayores pretensiones y sin tener acaso las virtudes de los que escriben cotidianamente.
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