RESOLANA
Entrega total
Entrega total
Carmen Beatriz Ruiz.- Quiz� quienes eran j�venes, un tanto bellos y un poco v�rgenes all� por los inicios de la d�cada de los a�os ochenta, recuerden el furor que caus� el modelito �entrega total� que consist�a en una especie de vestido � pantal�n enterizo centrado por una hilera de botones de presi�n o una relampagueante cremallera que, supuestamente, pod�an abrirse con un solo movimiento �gil y procaz. El dise�o era para mujeres, naturalmente, ya que comenzaba el apogeo de los modistos andr�ginos que expresaban la fantas�a de mujeres siempre dispuestas, l�ase abiertas, a la demanda masculina.
Los escritores mexicanos Octavio Paz y Carlos Fuentes han interpretado gr�fica y culturalmente el significado del imaginario macho que concibe lo abierto como equivalente a lo femenino. No solo como una actitud de entrega, sino, por extensi�n despectiva, de cobard�a, de abandono o resistencia pasiva: �no te abras� �no te rajes� suele decirse cuando alguien abandona un ruedo, una empresa o se resiste a encarar un desaf�o.
Una reciente visita a municipios mineros me fustig� la memoria de esas asociaciones. No por nada pensamos y nombramos en femenino a la tierra, naturaleza, gaya, la pachamama o como la queramos llamar. En las zonas de extracci�n de recursos naturales, principalmente de la miner�a, no hay nada m�s displicentemente abierto y maltratado que la madre tierra. Las bocaminas son heridas como grietas de donde parten rieles que conducen a t�neles oscuros, h�medos, polvorientos y malolientes donde pu�ados de hombres semidesnudos se enfrentan a las entra�as de la tierra para extraer de all� una riqueza que pasar� rozando sus vidas, sin cambiarlas.
La fiebre extractivista no se queda en las entra�as de la mina, sino que se expande, como una oscura y pegajosa mancha de petr�leo, hacia los pueblos y la convivencia de la gente. Hay una especie de modelo campamento en la forma de vivir que se impone en los municipios donde la �vocaci�n extractivista� se vive como un destino fatal. Gente que cree que est� de paso, aunque se quede a�os; padres y madres de familia que sacrifican cada d�a de su trabajo para que sus hijos estudien y vivan en lugares m�s hospitalarios; calles como senderos provisionales por donde discurren ni�os, aguas servidas y chanchos; aguas p�tridas que corren inexorablemente a envenenar r�os y sembrad�os; esquinas de botadero y comercio menudo; centavos ahorrados a golpe de combo, que se evaporan el rato menos pensado, al calor de una farra para desentumecer el cuerpo y el alma; la violencia como forma de relaci�n para sentirse vivos.
Y el ciclo de la entrega y la fiesta desbordada, de la culpa y el arrepentimiento hasta la pr�xima ocasi�n de una tierra cuya �entrega total� es el precio de la inermidad. De ese modo, hay ciudades originadas por los campamentos que nunca pierden ese h�lito. Un aliento que es historia. As� lo expresa el chileno Marcos Roitman cuando escribe que �Am�rica Latina no ha dejado de vivir de las materias primas. Los �nicos cambios hacen referencia a los rubros exportados. Durante el imperio espa�ol, oro, plata y az�car. En los siglos XIX y principios del XX, caf�, caucho, tabaco, cacao, banano, trigo, piedras preciosas y minerales como cobre, esta�o, salitre o hierro�.
Y en el siglo XX seguimos exportando materias primas, que no es malo en s� mismo, sino en la cultura de entrega total que genera. El actual gobierno se estren� en el poder anunciando que romper�a el ciclo vicioso del extractivismo � rentismo, pero hasta ahora s�lo hemos o�do promesas que, como dice la canci�n, tan s�lo son palabras.
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