ENTRE COLUMNAS

La Calancha: El olvido jamás

La Calancha: El olvido jamás

Rodolfo Mier Luzio.- La ciudad de Sucre, Capital del Estado Boliviano, recordó, con pena y mucha rabia, los luctuosos hechos que merecieron el repudio nacional y mundial. La represión desatada contra esa ciudad, un 24 de noviembre del año 2007, parece que pasó al olvido en la agenda del oficialismo. Pueden pasar muchos años más para que la justicia mueva, así sea un dedo, para castigar a los autores intelectuales y materiales de los asesinatos de La Calancha, donde tres jóvenes universitarios perdieron la vida y muchísimos otros quedaron heridos física y moralmente.
Por lo visto, mientras el gobierno del MAS esté en el Poder, sus jueces no harán nada para castigar a los culpables y la justicia que debiera ser ciega, sólo se hace de la vista gorda en este tema tan sensible para los sucrenses. Hace unos días hubo marchas de repudio, la gente volvió a salir a las calles y se organizó una romería al lugar donde sucedieron esos lamentables hechos; pero eso no basta; la protesta debiera ser permanente y sostenida hasta que se obtenga una respuesta al clamor de todo un pueblo porque se haga justicia.
En ese aciago 24 de noviembre, la población, la totalidad de ella, sólo se levantó contra el pisoteo de la democracia y contra el abuso de los policías que arribaron de todas partes del país invadiendo las calles de Sucre, con “órdenes precisas” de ayudar a pisotear la democracia y a los vecinos de la Capital de la República (por ese entonces, todavía la República estaba de pie).
Cual Atila, sobre las serranías de la Calancha, se lo veía muy agitado y mandón al entonces Ministro de Gobierno, quien junto a jefes policiales dirigía las “acciones”, por no decir la matanza de jóvenes universitarios y de pobladores sucrenses que luchaban por evitar que una Asamblea Constituyente, ya ilegal, porque no sesionaba en la sede oficial del Teatro Mariscal sino en un cuartel militar, se saliera con la suya al desconocer un derecho legal y democrático que tenía Sucre, para que el tema de la “capitalidad plena” fuera considerado en las sesiones de la referida asamblea. Eso era todo lo que se exigía.
Desde entonces, se han instaurado otros juicios a favor del Gobierno y se han desconocido autoridades legalmente elegidas, por diversos temas, reales o ficticios, como una forma de defenestrar a la oposición y desviar la atención de los asesinatos perpetrados en La Calancha. Los autores materiales e intelectuales de esos sangrientos hechos están libres. El Órgano Legislativo Plurinacional, al parecer, archivó ese caso y no autoriza la instauración de un juicio a los responsables.
El sólo hecho de haber pertenecido al gabinete ministerial del oficialismo los hace impunes. Los ministros de gobierno que se sucedieron y todos aquellos que creen que mandar a matar y ordenar reprimir con brutalidad hitleriana es parte de sus “obligaciones” funcionarias tendrán que enfrentar, más temprano que tarde, a la justicia, aquella que algún día sea verdaderamente servil, pero sólo a la ley. Ya lo dijo un distinguido magistrado hace años atrás: “La única servidumbre que no mancha es la servidumbre a la ley”.
Habrá que recordar a algunos personajes que la ley es para todos; que hacer justicia respaldándose en las leyes es una obligación de los operadores de justicia; y eso es lo que los operadores políticos que ocupan los juzgados y las fiscalías desconocen.
No se puede ni se debe olvidar lo sucedido en La Calancha. El no recordar permanentemente esos asesinatos sólo provocó que se repitieran otros hechos similares como los de Huanuni o el Tipnis. Si no reclamamos justicia, nos convertiremos en cómplices, por omisión, de otros hechos que se puedan dar en el futuro próximo, pero ya será tarde para frenar el compulsivo afán de hacer cualquier cosa, con el sólo propósito de perpetuarse en el poder con bonos de todo tipo o una ilegal aplicación de doble aguinaldo ordenado por decreto, cuando debía ser por ley, como manda la Constitución.
Por lo menos…esa es mi opinión.