ESCENARIO GLOBAL

Actitud personal y diplomacia secreta

Actitud personal y diplomacia secreta

Alberto Zelada Castedo.- Un acontecimiento de tan múltiples facetas como el acuerdo alcanzado el pasado domingo 11 entre las grandes potencias miembros del Consejo de Seguridad más Alemania, por una parte, e Irán, por la otra, sobre el programa nuclear de este último, no puede ser explicado por una sola causa. Son muchos y variados los motivos que han permitido alcanzar este resultado.
Entre los mismos, dos merecen ser destacados: la actitud y la voluntad de acción de algunos líderes y la funcionalidad de la diplomacia secreta. En cuanto a lo primero, existe amplia coincidencia sobre la importancia del rol que han jugado el nuevo presidente de Irán, Hassan Rohaní, y el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama. Cada uno por sus propias razones, derivadas de su posición y aspiraciones políticas, se han mostrado resueltos a encontrar salidas razonables a una cuestión que ya lleva casi un decenio sin solución. Ambos líderes tuvieron, sin duda, que enfrentar fuertes barreras para emprender la acción que se habían propuesto. Tales obstáculos tienen sus raíces en la recíproca desconfianza surgida después de más de 30 años de relación hostil entre sus países.
Es muy pronto para conjeturar en qué medida el acuerdo de Ginebra logrará reducir esta desconfianza. Por tratarse de un acuerdo “provisional”, mucho dependerá de los resultados del nuevo trato que debe ser procesado de aquí a seis meses y de lo que ocurra desde hoy hasta entonces. A pesar de este interrogante, nadie pone en duda de que algo muy importante y positivo ha ocurrido en el desenvolvimiento de las relaciones entre Estados Unidos e Irán.
La actitud y la voluntad de actuar de Rohamí y Obama, se pone de manifiesto en la decisión de llevar adelante, antes de las reuniones en Ginebra, una serie de contactos “reservados” entre funcionarios de confianza de ambos líderes. Esta suerte de “diplomacia secreta”, según algunos observadores, ha sido un elemento clave para lograr, en relativamente poco tiempo, el acuerdo “provisional” del 11 de noviembre. Usar este recurso, muy frecuente en la gestión de las relaciones internacionales hasta antes de la Primera Guerra Mundial, entraña no pocos riesgos en la era de la información instantánea y del auge de eficientes medios tecnológicos para captar y divulgar datos y hechos. El que los presidentes de Irán y Estados Unidos hubiesen autorizado el empleo de este medio, demuestra su buena disposición a no perder la oportunidad de empezar a cambiar los términos de las relaciones entre sus dos países e, inclusive, entre Irán y otras potencias occidentales.
La noticia sobre los contactos “reservados” fue divulgada por la agencia Associated Press. Los primeros indicios de las conversaciones, que según se supo después se llevaron a cabo en Omán, datan de marzo de este año. Según explica, la agencia realizó varias indagaciones para confirmar o descartar estos rumores. Al final, logró averiguar que el subsecretario William Burns y Jake Sullivan, principal asesor en política exterior del vicepresidente Joe Biden, fueron los principales actores en el diálogo “secreto” con altos funcionarios de Irán. Según lo dicho a la agencia por otros altos funcionarios estadounidenses, “en las últimas cuatro reuniones secretas” efectuadas después de que Rohaní asumió el Gobierno en Irán, “se generó gran parte del acuerdo” suscrito finalmente en Ginebra.
Pocos estarán en desacuerdo con el empleo de esta técnica diplomática, que tal vez molestó a más de un aliado de los Estados Unidos, habida cuenta de la importancia de los asuntos que estaban en juego. Gracias a este medio y al esfuerzo combinado del resto de las potencias occidentales, de Rusia y de China, se alcanzó un alentador entendimiento. Por una parte, Irán se compromete a no enriquecer uranio por encima de 5 por ciento, a no instalar más “centrifugadoras” (utilizadas para enriquecer uranio), a convertir a una forma no apta para un mayor enriquecimiento el uranio enriquecido al 20 por ciento que posee, a no avanzar en la construcción del nuevo reactor nuclear de Arak y a conceder pleno acceso al país y a los lugares pertinentes a los inspectores de la Organización Internacional de Energía Atómica. Por otra parte, los países del “grupo de los seis” se comprometen a suspender varias de las “sanciones” impuestas a Irán y que afectan tanto su comercio exterior como el uso de recursos financieros propios.
Está visto que, en pleno siglo XXI y a pesar de los drásticos cambios en las formas de relación derivadas del vertiginoso desarrollo tecnológico, los contactos frente a frente y, en algunos casos, manteniendo una apropiada y hasta necesaria reserva, siguen teniendo una función relevante para manejar cuestiones delicadas y de especial relieve. Lo demuestra el logro del “congelamiento”, así sea transitorio, del programa nuclear iraní que tanto preocupa a la comunidad internacional.