EDITORIAL
La bonanza y la tentación del derroche
La bonanza y la tentación del derroche
A la luz de nuestras propias experiencias y también de las ajenas, lo más aconsejable es ver los datos con optimismo pero también con mucha cautela
Hace unos días, cuando se hizo pública la decisión gubernamental de otorgar un doble aguinaldo a los trabajadores asalariados del sector público y privado del país, en los ámbitos académicos, empresariales y políticos se desencadenó una polémica sobre las consecuencias que tal disposición acarrearía sobre el futuro inmediato de la economía nacional.
En un extremo de la polémica se ubicaron quienes recurriendo a toda su artillería teórica previeron el inminente inicio de una espiral inflacionaria incontrolable por lo que los resultados finales serían más perjudiciales que beneficiosos para la población boliviana. En el otro extremo, las autoridades del sector financiero salieron al paso de esos augurios asegurando que los eventuales efectos inflacionarios de la inyección adicional de dinero serían fácilmente neutralizados porque el Gobierno actual tiene en abundancia los instrumentos necesarios para hacerlo.
La confianza con que el Gobierno actúa desafiando algunos de los principios de la prudencia económica generalmente reconocidos tiene un sólido fundamento. Se trata del enorme volumen que han alcanzado las Reservas Internacionales Netas (RIN), lo que da a las autoridades del sector financiero, por lo menos por ahora, un muy amplio margen de maniobra.
El dato no es irrelevante pues, como lo confirma un estudio hecho en Argentina por la Fundación Mediterránea/IERAL con datos del Banco Mundial, Bolivia se destaca, de lejos, por ser el país latinoamericano, y el decimotercero a nivel mundial, con mayor volumen de RIN en relación a su Producto Interno Bruto (PIB). Tras Bolivia se ubican Perú (27), Uruguay (37), Paraguay (76), Brasil (84), Chile (90). En el extremo opuesto, Argentina (136) Venezuela (155) y Ecuador (164) se destacan por su muy precaria situación.
Tales datos, como suele ocurrir en materia económica, se prestan a las más diversas interpretaciones según cuál sea la hipótesis que se desee sustentar. Van desde las de quienes los minimizan, con el argumento de que no hay ningún mérito en el crecimiento de las RIN, pues el origen de éste estaría en factores externos, hasta las que atribuyen las halagüeñas cifras exclusivamente a méritos propios.
Sea como fuere, lo cierto es que es notable el contraste entre nuestro país y Argentina, Ecuador y Venezuela, países con los que se comparten algunos lineamientos básicos de política económica, dato que no puede ser visto con desdén.
Sin embargo, sobrevalorar tan favorables circunstancias sería tan erróneo como minimizar su importancia económica y política. Cabe recordar al respecto que hasta hace no mucho tiempo los gobiernos de Venezuela y Argentina se jactaban de la abundancia de sus reservas, lo que se plasmó en irresponsables políticas económicas cuyas consecuencias están hoy a la vista.
Por eso, a la luz de nuestras propias experiencias y también de las ajenas, lo más aconsejable es ver los datos económicos con optimismo pero también con mucha cautela, pues la tentación de derrochar la bonanza, subordinando la prudencia económica a las urgencias políticas, generalmente es demasiado grande.
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