EDITORIAL

Debate necesario sobre las FFAA

Debate necesario sobre las FFAA

La propuesta de incrementar los efectivos militares debe servir para que el país debata sobre qué se espera de las FFAA

A propósito de la decisión del Gobierno de aumentar los efectivos de las FFAA en la próxima gestión se ha recordado que, más allá de la retórica, aún no hemos sido capaces de elaborar una política militar explícita que defina con claridad el papel que deben cumplir en un país democrático.
Desde la fundación de la República y hasta 1982, las FFAA actuaron más como un grupo de poder que se sentía “tutor” de la patria, con capacidad de intervenir activamente en la vida política del país. Su total deslegitimación, la corrupción que las corroyó y el autoritarismo de sus mandos, hizo que –felizmente en forma pacífica– retornaran a sus cuarteles. Desde entonces, han cumplido un papel secundario, acatando las normas generales incluidas en la Constitución Política del Estado. Es decir, han aceptado disciplinadamente y luego de una intentona golpista en 1984, su dependencia del poder legalmente constituido.
En ese proceso, el arribo al poder de Movimiento al Socialismo (MAS) generó no pocas suspicacias dentro del estamento armado, pues, por un lado, el tradicional discurso de las fuerzas de izquierda radical fijaba como enemigo central a las FFAA, y, por el otro, algunas agrupaciones aliadas del MAS postulaban su inoperancia y proponían, por ejemplo, la eliminación del servicio militar obligatorio.
Sin embargo, ya en el poder la relación entre el Gobierno y el MAS con las sucesivas cúpulas de las FFAA se han ido estrechando llegando a niveles no vistos durante ningún gobierno democrático precedente. Obviamente, esto ha exigido un cambio de actitud radical de ambas partes. Por el lado del Gobierno, éste ejecuta onerosos proyectos para beneficio de las FFAA sin exigirles nada más que su sumisión al poder central como la compra de material bélico sin justificación alguna, instalaciones, mantenimiento del servicio militar obligatorio, aceptar que los crímenes de lesa humanidad cometidos durante las dictaduras no sean esclarecidos, protección ante violaciones de derechos humanos dentro de sus cuarteles, y, ahora, el aumento de sus efectivos en tiempos de paz. Por el lado de las FFAA, lealtad cuasi personal al régimen y un acercamiento ideológico hacia el discurso del MAS, como demuestra que incluso hayan aceptado como un lema propio el del derrotado Ejército de Liberación Nacional (ELN), que muestra cómo se han arriado varias banderas dentro los cuarteles. Poco, en verdad, para los beneficios que están recibiendo.
Pero, que esta relación se desarrolle sin una política estatal clara sobre el papel que deben cumplir, permite que prime el mero y pragmático interés. Es decir, estas relaciones se mantendrán en el actual nivel mientras ambas partes obtengan beneficio. En la medida en que una de ellas incumpla promesas y acuerdos, la situación se puede revertir. Es decir, una relación estatal como la que se comenta, sin una institucionalidad consolidada, corre el peligro (como ha sucedido en muchos episodios de nuestra convulsionada historia) de convertirse en abierto encono.
Sirva, pues, la propuesta de incrementar los efectivos militares para que, de una buena vez por todas, el país debata sobre qué se espera de las FFAA.