¿Eres tú el que has de venir?

¿Eres tú el que has de venir?

Mons. Jesús Pérez Rodríguez.- El Precursor del Señor Jesús está encarcelado en la fortaleza de Maqueronte, por haber denunciado públicamente a Herodes de que no le era lícito convivir con su cuñada. Herodes lo silenció al meterlo en la cárcel y más tarde lo hizo decapitar. En esas circunstancias los discípulos lo tenían al tanto de lo que estaba sucediendo. Juan ya había señalado que Jesús era el cordero, que quita el pecado del mundo. Pero pareciera que Jesús no respondía a sus expectativas. No veía el poderío del Mesías en el accionar evangelizador de Jesús.
Desde la cárcel Juan envía mensajeros a Jesús para preguntarle si es el Mesías o han de esperar a otro. La pregunta clara, determinante “¿eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”
Jesús tras de responder a los mensajeros de Juan, hace alabanza delante de todos que pareciera una canonización del Precursor y destaca tres características de él: su firmeza, su pobreza y su profetismo. Juan no era un pasa pasa, o sea, no es ninguna caña agitada por el viento. Nada ni nadie le pudo alejar de su misión asumida con responsabilidad. No temió enfrentarse a Herodes, los fariseos y saduceos.
Juan vivió pobrísimo, no era un hombre vestido con lujo. Habitó en el desierto. La austeridad fue el estilo de su vida. Permaneció firme en la confianza en Dios y no en las cosas que pudieran haberle dado una mayor comodidad.
Además, Juan fue un profeta de cuerpo entero. Escuchaba a Dios en el silencio del desierto y hablaba de ello a todos. Juan fue un gran profeta. Jesús dijo, el mayor de los profetas. Es de los que hablaron en nombre del Señor, a los que Santiago propone como modelos en la segunda lectura, “tomen como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en el nombre del Señor”.
La pregunta de Juan Bautista a Jesús: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? sigue válida, especialmente en este tiempo de Adviento. Por la falta de fe no pocas personas, aún entre los cristianos siguen la búsqueda de mesías o salvadores. La fe de los cristianos confiesa que Jesús es el Salvador del mundo, el único Salvador y no hay que buscar o esperar a otros.
La pregunta de Juan era como una interpelación al estilo de presentarse Jesús como Mesías. Un Mesías que curaba a los ciegos, sanaba de todas las enfermedades, se relacionaba con los pecadores, resucitaba muertos y evangelizaba a los pobres… Estas son las credenciales con las que se presenta Jesús ante los mensajeros de Juan. Al presentarse de esta manera, Jesús quería mostrar a Juan y a sus enviados los objetivos y el sentido de su misión. Jesús quiere restaurar un mayor encuentro con Dios Padre y la convivencia con las personas. Las enfermedades, sean ceguera, sordera, parálisis y otras enfermedades hacen difícil la relación de los humanos entre sí. Cristo ha venido a reunir a los hijos dispersos por el mundo, a reconciliarnos.
El discípulo de Jesús, hoy, todo bautizado, está llamado a vivir su ser cristiano no sólo relacionándose con Dios Padre a través del Hijo en el Espíritu Santo, sino también comprometiéndose con los demás siguiendo el ejemplo del Maestro. El ser Cristiano, el ser creyente, conlleva el compromiso social. Por ello, ser cristiano es ser inconformista con la mentira y la injusticia social. La fe no es un tranquilizante, más bien, agudiza la necesidad de cambio o conversión.
Precisamente el Adviento nos está invitando a la conversión personal ante todo y también al cambio comunitario. La conversión mira a nuestra relación personal con Dios, pero también la conversión a los hermanos. Por ello, hemos de examinarnos de todo aquello que nos aliena de Dios y de los hermanos. La realidad del pecado es la máxima alienación. El poder, el poseer como el placer nos lleva a cerrar el corazón a Dios y a los hermanos.
¿Qué podrá cambiar en estos días de preparación a la Navidad en tu parroquia, en tú familia, en tu movimiento social? Necesitamos ver cambios en mayor solidaridad, fraternidad, convivencia, justicia, paz, amor.