EDITORIAL
Las cartas están echadas
Las cartas están echadas
Las cartas están echadas. Lo que se haga en los próximos meses influirá de manera determinante en lo que suceda en los siguientes cuatro años
Saliendo de los análisis maniqueos, es posible afirmar que la posesión de Michelle Bachelet como presidenta de Chile puede significar que se abra una nueva etapa, con matices positivos, en las relaciones entre Bolivia y ese país.
No hay que olvidar que los gobiernos de la Concertación (hoy Nueva Mayoría) fueron más amistosos en sus relaciones con Bolivia que el de la actual coalición de gobierno. Históricamente se puede afirmar que las fuerzas conservadoras son mucho más duras con relación a las demandas bolivianas que las progresistas. Además, en los últimos años éstas parecen haber comprendido que sólo en la medida en que Chile resuelva los problemas que mantiene con sus vecinos Bolivia y Perú podrá, realmente, ser percibida como una potencia emergente de la región. Mientras ello no suceda, su actuación internacional se verá limitada, permanentemente, por las controversias que con el vecindario se puedan generar.
Además, y en contra de la retórica prevaleciente en Chile que sostiene que en materia de relaciones exteriores y, particularmente, respecto a Bolivia, hay una política de Estado que poco o nada puede variar en función a quién sea inquilino de La Moneda, en los últimos años esta situación ha variado. Hay algunos partidos y organizaciones sociales, aún minoritarios, que sostienen abiertamente que Chile debe ceder una salida soberana al Océano Pacífico; otros, que participan activamente en la alianza que se hará cargo del gobierno el próximo mes de marzo, han mostrado su predisposición a buscar claros acuerdos sobre el tema marítimo.
Es de esperar, en consecuencia, que estos actores de la política chilena sean, una vez en el poder, consecuentes y abran canales hacia Bolivia para encarar con franqueza el tema.
Pero, se trata de una negociación de a dos. Y en el país las autoridades deben, también, adoptar algunas decisiones que ayuden a que las relaciones con Chile mejoren con el convencimiento de que si así sucede se avanzará hacia el objetivo de recuperar una salida al Pacifico. La primera de todas es concretar en hechos la norma constitucional y la retórica, en sentido de que la prioridad de nuestro relacionamiento internacional es recuperar una salida soberana al mar. Si esto es así, el gobierno debe dar un giro radical y subordinar a esa prioridad incluso sus intereses ideológicos, lo que en forma reiterada no ha sucedido.
Otra condición esencial es que el tema de las relaciones con Chile no sea motivo de improvisación ni de interés electoral. Es tan importante que el gobierno debería esforzarse por coordinar acciones y no presentar contradicciones en el discurso. Que el Presidente declare que desconfía de la mandataria electa y, a los pocos días, el Vicepresidente y el viceministro digan que creen que con la misma persona se podrá volver a negociar, muestra una falta de coordinación preocupante que debe ser superada a la brevedad posible.
Las cartas están echadas. Lo que se haga en los próximos meses influirá de manera determinante en lo que suceda en los siguientes cuatro años.
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