EDITORIAL

Túpac Katari en el espacio sideral

Túpac Katari en el espacio sideral

Túpac Katari es visto como una estrella. Pero no como una estrella cualquiera, sino como una estrella propia. Y eso no se puede desdeñar

Hace algo más de tres años, el 17 de septiembre de 2009, bajo este mismo título, en este espacio editorial publicamos nuestra opinión sobre la decisión gubernamental de lanzar al espacio el satélite Túpac Katari.
Lo hicimos conscientes de que no estábamos ante un anuncio común y corriente. “Poner en órbita un satélite llamado Túpac Katari es algo que más allá de la racionalidad económica tiene una carga simbólica que no se puede desdeñar”, decíamos, aunque también pusimos en duda la validez de los argumentos sobre la rentabilidad pecuniaria que tal emprendimiento podría traer.
A tiempo de expresar nuestros deseos de que la iniciativa presidencial resultara coronada por el éxito a pesar de las muchas razones que se esgrimían para poner en duda su necesidad y conveniencia, advertíamos también sobre el peligro de despertar excesivas expectativas sobre los réditos prácticos de poner en órbita un satélite propio.
“Se puede decir que es, para Bolivia y el Gobierno del MAS, el equivalente de lo que en su momento fue el proyecto Sputnik para la URSS o el Apolo para EEUU”, decíamos en aquella oportunidad, haciendo notar lo difícil que resulta evaluar la importancia de una inversión tan grande si se han de adoptar solamente los criterios contables.
Hoy, cuando lo que inicialmente fue visto como una ocurrencia presidencial se ha plasmado en un hecho concreto, queda por encima de toda duda la doble dimensión del acontecimiento. La estrictamente práctica, por una parte, y la que pasando por encima de los cálculos pecuniarios se refleja en un acto simbólico cuya magnitud no se puede cuantificar.
Cabe recordar al respecto que cuando en 1957 la URSS puso en órbita el primer satélite artificial inaugurando así el proyecto Sputnik y la carrera por la conquista del espacio, lo único importante fue el impacto propagandístico de poner la bandera soviética en el espacio sideral. Era más que suficiente para justificar cualquier esfuerzo y así se lo entendió en Estados Unidos cuando, por encima de cualquier consideración económica o de política interna, se unió la voluntad de todo el país para asumir el desafío y su costo.
Salvando las distancias que por supuesto son enormes, son esos los antecedentes y ese el contexto que da especial significado al hecho de que Túpac Katari haya sido presentado ayer como un miembro más del espacio sideral.
Desde el punto de vista de la racionalidad económica son sin duda muchos los argumentos que se podrán esgrimir para poner en duda la rentabilidad de la inversión hecha. Y no son desdeñables esos cálculos, pues está demostrado que si de buscar la mejor relación entre el costo y beneficio se trataba podían haberse hallado mejores opciones.
Sin embargo, como decíamos cuando el satélite comenzaba a proyectarse, “no es difícil imaginar el impacto que tendrá en el ánimo de quienes constituyen la principal base de sustento político del Gobierno saber que pronto Túpac Katari estará en el espacio sideral”.
Ahora, cuando Túpac Katari es visto desde todos los rincones de Bolivia como una estrella, pero no como una estrella cualquiera sino como una propia, resulta evidente que no todo cabe dentro de los límites de la racionalidad económica.