PAREMIOLOCOGI@

Plañiderías por la justicia

Plañiderías por la justicia

Arturo Yáñez Cortes.- Comparto con el Vicepresidente su sentimiento lacrimoso sobre la justicia boliviana, cuando sentenció que es una lágrima, reprochando la tortura para los litigantes con varios años de retraso judicial (seguramente pensaba en la persecución selectiva que hacen sus operadores y en otros casos menos famosos), comprometiéndose a revisar personalmente el “nuevo” Código de Procedimiento Penal, para meter pena de cárcel para jueces y fiscales que incumplen plazos procesales.


Con lo último seguro tendrá problemas, pues un código procesal sólo establece procedimientos –por eso se llama procesal– para realizar el Código Penal que sí crea delitos y establece penas (seguramente en los más de veintitantosmil libros que leyó no aprendió esa diferencia); pero lo relevante es que para decepción del Vice, en ningún lugar del mundo y menos en Bolivia, como prueba una vez más lo ocurrido con la ley No. 04 de lucha contra la corrupción u otras, la amenaza de una pena de cárcel, así sea gravísima como le suele gustar, ha resuelto problemas de mayor calado, esencialmente porque obedecen a otras causas y múltiples.


No obstante, supongo habrá incluido para su análisis –con alguito de autocrítica que siempre cae bien– que sí bien desde antiguo la justicia boliviana tuvo problemas y de los graves –retardación, corrupción y falta de independencia, entre los más impresentables–, hoy es innegable que las muy publicitadas reformas legales sancionadas bajo su administración como Presidente de la Asamblea Legislativa y que pasaron por sus manos e incluso la misma NCPE, han generado –aunque no exclusivamente– ese estado plañidero.


Por ejemplo, como tímidamente sugirió, el sistema de “elección” de autoridades del órgano judicial precisamente introducido en la NCPE redactada bajo los designios de su movimiento y aprobada a sangre y fuego en La Calancha, no ha cambiado favorablemente la administración de justicia y se hace cada vez más evidente que pasa todo lo contrario, especialmente en lo que a independencia concierne. Las reformas al sistema penal realizadas por las leyes 04 y 07 de marzo y mayo de 2010, han generado entre otras distorsiones el empeoramiento de la ya grave retardación de justicia, como lo mostraban –ahora ya no salen– las estadísticas del INE, pues desde su aplicación el índice de presos sin condena se incrementó al ritmo del 25% anual, batiendo el récord histórico boliviano hasta llegar al 84%, cifra de hacinados nunca antes registrada en nuestras cárceles –sin importar el doble indulto– incluso con las leyes “neoliberales” u otras peores; las audiencias conclusivas introducidas por esas sus leyes son el cuello de botella del sistema “reformado” (yo diría empeorado) demorando varios meses sino años en realizarse y peor en concluir– y las temibles pero sobre todo desproporcionadas penas establecidas para los delitos de corrupción de la ley 04 no han, siquiera, disminuido la corrupción. Es más, el sistema así rediseñado –pues no se puede inventar la pólvora en la materia– con una clara dependencia de los operadores para con el poder partidario, ha causado que la impunidad sea la regla y no la excepción– Calancha, Chaparina, Hotel Las Américas y un larguísimo etc.– pues unos operadores honran la factura de su nombramiento haciéndose del otro viernes con esos casos; otros son militantes convencidos o encubiertos; otros están amenazados para no cumplir con su deber pues “el Estado nunca pierde”; otros son arrinconados por procesos disciplinarios y denuncias y algunos prefieren cuidarse las espaldas, papelones de por medio (inventaron por ejemplo que el proceso penal no empieza con la denuncia cuando dice exactamente lo contrario el art. 5 del CPP, pretextando que es la imputación que dista varios meses o años de aquél natural inicio del proceso) para así –entre bomberos no se pisan la manguera– evitar extinguir las acciones penales, muchas de ellas iniciadas para escarmentar o perturbar a los que sabemos, sin pruebas de los hechos que dicen fueran criminales.


Entonces, sostengo que es una ingenuidad pretender resolver con inútiles penas draconianas los problemas que uno mismo ha contribuido a generar e incluso, impulsó entusiastamente; pues como dijo EINSTEIN: “No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos”. ¡Felices Fiestas!