SURAZO
2019
2019
Juan José Toro Montoya.- No es necesario tener una bola de cristal o poderes sobrenaturales para adivinar cómo será el año que acaba de comenzar.
Para cualquier análisis, lo primero que se debe tomar en cuenta es que será un año electoral así que la conducta de los actores políticos estará condicionada a su cita con las urnas.
Así, el Gobierno suavizará su tono autoritario y se mostrará como el buen padre que trata a sus hijos por igual aunque las cosas hayan sido distintas en los años precedentes. El dinero del Estado, que teóricamente es de todos, será utilizado para una campaña electoral sin precedentes que no arrancó precisamente con el año sino mucho antes. Ahí están, por ejemplo, el impacto psicológico de un satélite de comunicaciones y el efecto todavía impredecible de un doble aguinaldo que puso de cabeza una economía sólo sostenida por los buenos precios de los minerales e hidrocarburos. Las fastuosas y sonadas entregas de obras —muchas de ellas sin siquiera haber sido concluidas del todo— le aportarán una sazón bastante parecida al perejil debido al color de las canchas de césped sintético regadas a lo largo y ancho de nuestra geografía.
La oposición, por su parte, seguirá tan extraviada como siempre porque es históricamente imposible que logre unirse en torno a un candidato único en un país con tradición divisionista y atomizadora. Cada adhesión, cada firma de alianza, por muy pequeña que sea, será propagandizada como la gran cosa pero, a la hora de la verdad, muchos serán los opositores y el voto anti-Evo se dividirá favoreciendo a la reelección. La economía le dará algunos átomos de oxígeno porque medidas demagógicas como el doble aguinaldo ya desataron las pretensiones de los sectores que pretenden subir tarifas o el costo de los servicios. Un paso en falso en esa dirección —como subir las tarifas de un transporte que hasta ahora no asume sus obligaciones de calidad definidas en la ley del sector— podría desatar una escalada de precios, así sea moderada, que sería el arma que usen los opositores para desacreditar a un gobierno que, en el súmmum de la paradoja, se afianza más en el poder cuanto mayor popularidad pierde.
¿Que si perdió popularidad? ¡Pues claro! Cada vez es mayor el número de desencantados, de personas que aseguran que jamás volverían a votar por Evo, pero cada encuesta que se levanta le otorga un indiscutible primer lugar en las elecciones. ¿Cómo se explica eso? Pues que la estrategia masista de anular a todo posible adversario dio resultado y ahora no existe un rival de la talla del presidente. En la oposición no existe una figura que equilibre la actual balanza política. Costas sumará votos, particularmente en los sectores hormonalmente clasistas del país, pero quedará lejos del ganador que, con desencantados y todo, será Evo Morales.
Las cartas están echadas y el futuro de este 2014 está más que claro: Evo volverá a ganar y lo único que resta saber es con cuánto.
La discusión, por tanto, ya no debe girar en torno a quién ganará las elecciones sino en si el MAS conseguirá la cantidad de asambleístas suficiente para aprobar una reforma constitucional que le permita una nueva reelección de Morales no en este año sino en el ya nada remoto 2019.
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