Domingo, 5 de enero de 2014
 
Muchas gracias

Muchas gracias

Jesús Pérez Rodríguez, OFM.- El día 6 de enero celebramos una manifestación especial, es ni más ni menos, que la manifestación de Dios a los magos. Esto es lo que celebramos en la fiesta de la Epifanía o de los reyes. Los magos son unos misteriosos personajes, “Magos de Oriente” les llama el evangelista Mateo. Este evangelista es el único que nos narra la presencia de estos hombres en Israel que buscan al Rey de los judíos que acaba de nacer.
En esta fiesta no nos podemos quedar en las connotaciones que acompañan este episodio. El conjunto de tradiciones que se dan en muchos lugares no debiera apartarnos del mensaje o mensajes que esta fiesta nos da. Los Magos caminaron desde su país o países para rendir adoración a Jesús, el salvador, el Rey de los judíos ofreciéndole “oro, incienso y mirra”. La fe siempre nos pone en camino, la fe no deja tranquilo a todo el que se deje iluminar por Jesús, la verdadera estrella.
Desde el 25 de diciembre hemos venido celebrando el gran Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, el Verbo. La fiesta del día de Reyes –Epifanía de Dios– es con la Navidad una sola cosa, es como una sola fiesta, que nos introduce en la contemplación del Dios hecho carne. La carne del Dios–con–nosotros, que contemplamos en Navidad, será crucificada y glorificada. Todo este misterio es el camino y la verdad de la economía de la salvación. Al celebrar la Eucaristía como los otros sacramentos la liturgia nos pone a los cristianos en contacto con los acontecimientos de la salvación o redención. De ahí la importancia de la celebración de la Santa Misa, “centro y culmen de la vida cristiana”.
Nosotros los cristianos celebramos llenos de alegría el misterio de navidad, Epifanía y tomamos nuevo ardor para seguir a Cristo siendo discípulos de él. Pero no debemos dejar de recordar que esta fiesta de la Epifanía tiene un mensaje: la salvación es universal, Jesús, el Hijo de Dios vino para todos. No sólo vino para Israel, sino para todos los pueblos y culturas. Claramente se desprende de la Palabra de Dios del Antiguo como del Nuevo Testamento que Dios quiere la salvación de todos. En Isaías, lectura que se proclama en la misa de Navidad dice: “todos los pueblos caminarán a tu luz, todos se reúnen y vienen a tí”.
El Catecismo de la Iglesia Católica, que nos regaló Juan Pablo II, nos dice: “en estos magos, representantes de todas las religiones paganas de los pueblos vecinos, el evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación”. La oración colecta de esta fiesta nos pone en nuestros labios: “tú en este día revelaste a tu Hijo unigénito a los pueblos gentiles”. En estos pueblos paganos está: América, Europa, Asia, Australia, Oceanía.
La fe de los Magos iluminada por aquella nuestra estrella los llevó a buscar al único Dios verdadero. Dios se manifestó a través de detalles humanos acordes con el mundo de la astronomía de su tiempo, los científicos más sobresalientes de esa época en Persia. Se dedicaban días y días a observar pacientemente las estrellas. Habría que recordar siempre, como lo hicieron especialmente el Beato Juan Pablo II y Benedicto XVI que la fe no de hacerse al margen de nuestra cultura.
La verdad no tiene dueños. Sólo tiene servidores como lo ha manifestado el Papa Francisco. Siempre hay que dejar un margen para el misterio. Quien crea haber agotado todo lo que se refiere a la realidad estaría haciéndose dueño de la verdad. ¿De qué les valió la ciencia de los escribas y fariseos? No buscaron servir a la verdad, solamente se sirvieron de ella.
Los magos buscaron la verdad para servirla, seguirla, no para archivarla. La verdad los llevó a no cansarse de buscar al Rey de los judíos. Nosotros que hemos encontrado en Cristo la Verdad, la Luz, el Camino debemos celebrar esta fiesta dando gracias a Dios por la luz de la fe, pues sabemos mucho más que los magos respecto a Cristo. Debemos dar gracias a Dios por haber conocido a Cristo.
En esta fiesta hay un llamado urgente a todos los creyentes para que como los magos sepamos adorar, y anunciar a Cristo a todos y en todas partes. Y, que la revelación que Dios nos ha hecho la llevemos valientemente al mundo, sin miedo y tapujos. “La fe crece comunicándola” (Porta fidei, Benedicto XVI).