Domingo, 5 de enero de 2014
 

A TI, JOVEN CAMPESINO

Los niños perdidos

Los niños perdidos

Pedro Rentería Guardo.- Ya sé que no te gusta leer. Lo lamento. Y lo lamento, chico del hogar-internado, porque más allá de la cultura general que te pueden ofrecer los libros, también te dirán cómo está el mundo. Este mundo tan controvertido en el que vives.
No deseo para ti la gran ignorancia de quienes viven sumergidos en las "cuatro cositas" –a veces necias– que les rodean y son desconocedores de las últimas reflexiones y decisiones que, aquí y más allá, mueven nuestro entorno social.
Espero, eso sí, que las redes sociales, que tanto os gustan, te consigan este conocimiento y no sean sólo ocasión de anécdotas y comentarios banales.
Fíjate: releyendo estos días un clásico como Peter Pan y Wendy, el famoso cuento de James M. Barrie, del que alguna vez te hablé, me encontré con los llamados niños perdidos del País de Nunca Jamás. Son un grupo de niños, de los que se olvidaron, y fueron a vivir con Peter Pan en el interior del Árbol del ahorcado. Junto a su líder disfrutan de un sinfín de aventuras.
Uno de los temas fundamentales que aparecen en la obra del escritor escocés es la necesidad del cariño de la madre, lo difícil o imposible que es conseguirlo y la agresividad que genera su carencia.
B ueno, pues tras Peter Pan, y como ilustrando esta realidad de los niños perdidos, olvidados y sin madre, me llegaron a las manos varios artículos de otros niños perdidos hoy. Y aunque en el pasado Abril escribí sobre los ángeles perdidos, aprovechando el estupendo libro –otro clásico– del periodista Manuel Leguineche, con el mismo título, me vas disculpar si vuelvo a un tema de rabiosa actualidad, también en nuestro contexto.
Me han impresionado las experiencias de los niños boxeadores en Tailandia que deben mantener a sus familias combatiendo. Con sólo 8 añitos, 30 mil niños tailandeses se enrolan en peleas ilegales. Detrás hay una rentable industria de apuestas. Entrenan 10 horas diarias, duermen bajo el ring. Apenas unos pocos logran huir de la miseria. El resto acaba con lesiones irreversibles. A estos combates acuden turistas occidentales que gozan de tan terrible espectáculo.
Ya hay 1,5 millones de desplazados por el conocido conflicto sirio. Jordania es el país que más refugiados tiene de Siria. Muchas familias se han visto empujadas a prácticas que lindan con la trata de menores o la prostitución. Y lo hacen con sus hijas adolescentes que son vendidas en el olvido del exilio sirio.
Tobatí es una ciudad de Paraguay con más de 300 olerías (fábricas de ladrillos) donde acuden los niños esclavos. Muchos inician el trabajo a los 4 añitos. El país alberga a más de 300 mil niños que se emplean en tareas inadecuadas a su edad.
La cifra de niños que emigran solos a Estados Unidos se ha multiplicado en los últimos años. La mayoría son centroamericanos que huyen de la violencia familiar o social. En algunos casos siguen a sus padres que partieron antes en busca de trabajo. No quiero cansarte. Me han conmovido las vivencias de los niños rusos de la estación Leningradsky, en Moscú. Mendigan, roban, se prostituyen… Niños sin hogar que, dicen, duermen pensando en su mamá. Niños perdidos.
En nuestro país, como sabes, 850 mil niños, entre 5 y 14 años, trabajan para ayudar en la economía familiar. Más allá de las últimas controversias políticas, lo cierto es que los niños no deben, no debéis, trabajar. El límite entre el honroso trabajo infantil y la explotación y esclavitud infantil es muy frágil. El peligro es serio. Me duele verte vender golosinas atrayendo la atención de los conductores en la calle España de nuestra ciudad, con tu carita de cansancio y de pena. O pedir una limosna en la puerta de un boliche del centro, durante horas y horas. O durmiendo en ese frío cajero automático que te sirve de refugio. O con los torpes malabares en cualquier cruce de caminos.
Queremos que no seas un niño perdido. Que tu trabajo sea el estudio y el juego. Que nuestros gobernantes terminen con la miseria de tantas y tantas familias que no logran ganarse dignamente un sueldo suficiente y necesario para que sus niños no trabajen. Para que en la noche no eches en falta a tu mamá.