EDITORIAL
Hacia una nueva matriz energética nacional
Hacia una nueva matriz energética nacional
A juzgar por las declaraciones oficiales, lo que está planteándose es la posibilidad de dar un viraje radical en las políticas energéticas a mediano y largo plazo
Dos noticias relacionadas con el futuro energético de nuestro país han merecido durante los últimos días la atención de la ciudadanía en general y de quienes son expertos en la materia, en particular. Se trata, por una parte, de la inauguración del primer parque eólico en el municipio Pocona de Cochabamba y, por otra, de la reiteración del anuncio presidencial sobre su intención de promover para el corto plazo la generación de energía nuclear.
Ambas informaciones, entre otras que tienen similar contenido, se han sumado durante los últimos meses a una serie de indicios que permiten suponer que el gobierno nacional está considerando muy seriamente la posibilidad de dar un viraje radical a la política energética vigente en nuestro país durante los últimos tiempos. Un viraje que tiene como principal elemento conductor la necesidad de disminuir nuestra actual dependencia de las energías de origen hidrocarburífero, como la termoeléctrica, para volver a depositar las expectativas en fuentes más convencionales, como la hidroeléctrica o alternativas, como la eólica, solar y nuclear.
El viraje es de lo más significativo si se recuerda que hace sólo algo más de 20 años, cuando comenzó a tomar cuerpo el potencial gasífero de nuestro país, la energía termoeléctrica parecía destinada a desplazar definitivamente a todas las demás. Fue por eso, entre otras razones, que los grandes proyectos hidroeléctricos, entre ellos el Proyecto Misicuni, fueron descartados o indefinidamente postergados.
Ahora, a los primeros pasos dados para incorporar la energía eólica a la matriz energética nacional se ha sumado el anuncio de invertir durante los próximos meses 11 millones de dólares para sentar las bases de centros generadores de energía solar. Al referirse a tales intenciones, el Ministro de Hidrocarburos y Energía ha dicho que ambas iniciativas forman parte de un plan más ambicioso que consiste en cambiar hasta 2025 la matriz energética nacional de modo que si actualmente el 65% de la energía es termoeléctrica y el 35% es hidroeléctrica, durante los próximos años se reviertan esas proporciones de modo que la energía termoeléctrica no pase del 30% del consumo nacional.
Más importante aún es el dato según el que el objetivo principal de la nueva política energética no sería sólo cambiar las principales fuentes de abastecimiento del mercado interno sino producir grandes excedentes, suficientes para que las exportaciones de energía eléctrica sustituyan en el mediano plazo a las de gas como principal fuente de ingresos para las arcas fiscales.
En ese contexto, cuyo horizonte temporal ya no se calcula en términos de meses ni años, sino de décadas, los anuncios presidenciales sobre la posibilidad de invertir en plantas generadoras de energía nuclear adquiere otra dimensión. Lo que obliga a abordar el asunto con la seriedad que merece, sin incurrir en apasionamientos ni simplificaciones tan comunes en los debates públicos en nuestro país.
Se podrá estar a favor o en contra de la iniciativa; se podrá considerar que es o no viable; cuestionable por riesgosa o aceptable por rentable. Se podrá esgrimir argumentos en favor o en contra, pero banalizar el debate recurriendo al fácil expediente de descalificaciones mutuas no es lo más aconsejable.
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