Viernes, 10 de enero de 2014
 

CARA O CRUZ

El nuevo Palacio de Evo

El nuevo Palacio de Evo

Raúl Peñaranda U..- Me sumo a la campaña que ha empezado Agustín Echalar. Debemos tratar de salvar la casona colonial que está a las espaldas del Palacio de Gobierno y que el Ejecutivo desea derribar para construir en ese terreno una extensión de la Casa Presidencial.
Tanto como Echalar, yo comparto la idea de que el Palacio debe ser ampliado. Las necesidades del Estado hoy en día así lo requieren. Siendo director de Página Siete, respaldé hace dos años la compra de la casona referida y fui más allá: dije que el Ejecutivo debería expropiar toda la manzana (excepto la Catedral, obviamente) para hacer allí un complejo presidencial. Y tampoco debería descartarse la idea de construir una nueva sede de gobierno en otro sitio, por ejemplo en el valle de Achocalla, a las afueras de La Paz, en el que se construya un nuevo Palacio y edificios para ministerios y el resto de las oficinas públicas.
Por todo ello es correcta la decisión del ministerio de la presidencia de haber comprado la referida casa. Lo inaceptable es desear botarla para construir allí otra cosa. Lo que se debe (y puede) hacer es refaccionar esa histórica vivienda y adaptarla (manteniendo su estilo original) para la nueva ala presidencial. Tendría todas las comodidades que ofrecen hoy en día la ingeniería y la arquitectura, pero se habrá salvado una casa patrimonial. Así, quedan todos contentos. Y el Presidente sería el que más ganaría: obtendría su deseada ampliación y a la vez demostraría que tiene sensibilidad para reconocer el valor de nuestro pasado.
Escribo esta columna desde Arequipa, donde paso unos días de vacaciones. Esta ciudad tiene en el turismo una de sus importantes fuentes de ingreso justamente porque ha protegido y promovido su centro colonial y republicano. Veamos otros casos: uno de los presidentes progresistas de la región, Rafael Correa, ha respaldado las tareas de recuperación del centro colonial de Quito, una joya continental. Incluso el fundador de la corriente a la que se adscriben Correa y Evo Morales, Hugo Chávez, lideró tareas de restauración de edificios coloniales y republicanos de su país. Por eso, ser de izquierda y nacionalista, como Morales dice ser, no contradice en absoluto la idea obvia de que las casas patrimoniales de nuestras ciudades (me refiero al continente) sean recuperadas. Y esto es no sólo válido en La Paz o Bogotá, sino también en Viena o Tokio y en Nairobi o Johannesburgo.
Si el Gobierno persiste en su idea incurrirá en innumerables faltas, desde demostrar autoritarismo hasta violar una específica norma municipal, que prohíbe derribar casas con valor histórico. En La Paz existen decenas de ellas, en manos de vecinos que sueñan con botarlas para construir en su lugar edificios que les den más rentabilidad. Si el Gobierno se sale con la suya y destruye esta casa, los otros propietarios no tendrán reparo en hacer lo mismo.
Sé de personas que rodean al Presidente, tanto columnistas oficialistas como autoridades intermedias e incluso ministros, que rechazan la idea de tumbar la casa que nos ocupa hoy. Lo han dicho en conversaciones informales. Estoy tentado hasta de dar sus nombres. Lo que no entiendo es por qué ninguno de ellos da su opinión, ya sea en privado al Presidente, o en público, en entrevistas o artículos. O, en realidad, lo entiendo, están sumidos en el temor de hablar, de contradecir una línea ya establecida por la presidencia. Temen la molestia presidencial y, más aún, una posible humillación si es que el Jefe de Estado reacciona con agresividad. Es eso y el llunkerío al que hace referencia Echalar: vivimos una etapa inédita de sumisión completa al poder. La mínima crítica de un colaborador presidencial hace que esa persona salga de inmediato del entorno.
Mientras tanto, tratemos de salvar esa casa.