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¿Inspección técnica o hipocresía colectiva?
¿Inspección técnica o hipocresía colectiva?
Arturo Yáñez Cortes.- Dicen que la hipocresía es el “fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan” para dar a entender lo que no es cierto e, incluso se le atribuye al poeta Pío BAROJA definir como hipócrita a quien “finge o simula lo que no siente, comportándose de modo que aparenta ser mejor de lo que es en la realidad”. En suma, implica representar algo, fingiendo o imitando algo que no es real.
Esos pensamientos me vinieron a la mente cuando participé (en realidad, padecí como cada año) y especialmente observé como se realiza la “inspección técnica” vehicular de Tránsito a los vehículos de servicio particular y –dicen– público (aunque no vi un solo micro de servicio urbano o peor algún bus de servicio departamental en las larguísimas filas, viendo muy pocos taxis, peor de los afiliados a algún sindicato). Aunque hay que destacar que a diferencia de otras ocasiones, desde el año pasado se fotografían los vehículos y se usan algunos recursos informáticos que dan la apariencia de mayor eficiencia y modernidad, tengo serias dudas acerca de su forma, finalidad y beneficios.
Encuentro una grave discriminación (las autoridades que discursean a diario encontrando discriminación hasta en la sopa, harían bien en hacer algo efectivo al respecto) puesto que no veo motivo razonable para que los particulares paguemos Bs. 30 y los públicos Bs. 20 por el mismo “servicio”, más aún cuando –vean los índices de accidentes y quienes mayoritariamente los causan– son éstos los que debieran ser “inspeccionados” con mayor rigor, dado que diariamente transportan cantidades importantes de personas, generando por tanto mayor riesgo.
Sus organizadores, al menos si tienen un sentimiento genuino para que la inspección cumpla su finalidad, debieran repensar la manera en que se desarrolla. El ciudadano no puede ser anualmente torturado, por mucho que acuda en los descuentos, por largas filas que se forman, para que finalmente se “revisen” las luces y algunos otros detallitos, dejando pendientes otros de mayor relevancia que seguro requerirían de mayor tiempo y medios. ¿No sería mejor terciarizar totalmente el servicio y que la revisión se contrate con talleres equipados que funcionen durante todo el año y Tránsito pueda verificar cotidianamente –aunque sea sin shows de chachapumas– su cumplimiento en calles y carreteras? Además, la inspección así sea superficial, debiera alcanzar efectivamente a TODOS los vehículos incluyendo los de servicio público, pues las almas comunicativas dicen que las rosetas son directamente entregadas a algunos sindicatos, sin que sus vehículos –muchos destartalados– hayan acudido y peor aprobado la revisión (eso explicaría que no los vemos en la tortura… digo fila). Lo peor de todo es que si eso es evidente, los usuarios de esos servicios hacemos ruleta rusa al usarlos y los demás, al cruzarnos en las calles o carreteras con ellos; tal vez ello explique el alto índice de accidentes de esos vehículos, “por fallas mecánicas”.
Sostengo entonces que la puesta en escena anual de la apodada “inspección técnica” vehicular se trata de la burda interpretación de un sainete de hipocresía colectiva, puesto en escena por la Policía Boliviana y en la que somos obligados a actuar para exhibir la pegatina, sin que cumpla sus reales finalidades pues basta pararse en una esquina para ver el estado de muchos de los vehículos que “aprobaron la revisión”, revelando otra vez el estado aparente que alguien discurseó había sido superado. Así las cosas, ese teatro de mal gusto más bien prueba la vigencia de aquel estado, pues organiza o permite la puesta en escena de representaciones de similar naturaleza, sin resultados efectivos. ¿O será que se sigue a MAQUIAVELO cuando aconsejó que era “de gran importancia disfrazar las propias inclinaciones y desempeñar bien el papel del hipócrita"?
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