Martes, 14 de enero de 2014
 

CARTAS AL DIRECTOR

Diseño ecológico

Diseño ecológico

Gonzalo Orosco Arce.- La elevada explotación y consumo de recursos naturales y sus efectos en el medio ambiente y la salud de los ciudadanos, debe motivarnos a un cambio de actitudes, modo de vida y sobre todo a incorporar nuevas formas de diseñar y producir objetos, construcciones y ciudades. Gran parte de las actividades que realizamos no toman en cuenta los daños que ocasionamos a nuestro entorno cultural y natural. El uso de maderas no certificadas, el desperdicio del agua potable para lavar un automóvil, la utilización de vehículos automotores como principal forma de desplazamiento o la no utilización de la energía solar para aclimatar nuestra vivienda o para generar agua caliente, son variadas acciones que afectan nuestro hábitat.
Aunque las ciudades sólo ocupan un 2% del total del suelo del planeta, albergan un 50% de la población mundial, consumen 75% de sus recursos y generan el 75% de residuos. Esta problemática se genera por los modelos de desarrollo y consumo y por los criterios de planificación que ocasionan un elevado consumo y desperdicio de recursos. El crecimiento horizontal con casas de sólo uno o dos niveles, no prevé el crecimiento familiar, es despilfarrador del suelo y costoso para la dotación de vías y servicios básicos. El transporte urbano prioriza el auto privado, o el automotor público pequeño de pocos pasajeros en desmedro de la movilidad en bicicleta, a pie o en buses de mayor capacidad. Se consumen combustibles no renovables, subvencionados por el estado y de paso se contamina el ambiente, el cual afecta a la salud. La cultura de la obsolescencia (con productos de usar y tirar) está incorporada en el imaginario colectivo, que no percibe la conveniencia de incorporar la prevención, el mantenimiento periódico y la rehabilitación de los bienes culturales para prolongar su vida, y así evitar la fabricación y el consumo de materiales.
Es necesario incorporar nuevos hábitos de consumo y nuevas formas de proyectar y construir nuestro entorno, fomentando la cultura del reciclaje, ahorro, reutilización y reensamblaje de productos. Se requiere impulsar el uso de materiales de construcción regionales, la monomaterialidad (en vez de productos con muchos componentes), la compacidad urbana, la construcción de mediana altura, la descentralización de actividades y el uso de fuentes de energías renovables. Debemos incluir en el currículo académico y en nuestros hogares el diseño ligado al ahorro energético y de materias primas, la preservación de la biodiversidad, la minimización de residuos y la utilización de tecnologías limpias. Debemos favorecer la permanencia de los bienes culturales en vez de utilizar artículos de moda pasajera, desechables o de corto ciclo de vida. Es vital insertar la naturaleza en la ciudad, no sólo como componente ambiental o estético, sino como componente urbano con funciones ampliadas; sustituir procesos basados en el uso intensivo de recursos energéticos y materiales por otros enfocados hacia el uso de los recursos humanos; premiar iniciativas ciudadanas para mejorar el ambiente urbano (ahorro en ventilación o calefacción y creación de huertos ecológicos por ejemplo) y difundir experiencias positivas que se han llevado a cabo en otros contextos, con el fin de demostrar a la población las posibilidades reales de contribuir al desarrollo sostenible.
Necesitamos un tipo de diseñador que comprenda y asuma que lo que diseña no son tanto realidades físicas o digitales como sistemas de interacción con la naturaleza y con el hombre mismo. Como dice Joaquim Viñolas Marlet, en su libro “Diseño Ecológico”, la diferencia entre el diseñador convencional y el diseñador ecológico es que la base de partida del primero es una visión del “mundo del diseño”, mientras que la del segundo es una visión del “mundo”.