EDITORIAL
¿Desconocimiento a la ciudadanía?
¿Desconocimiento a la ciudadanía?
El acto de desconocer a la ciudadanía como protagonista de la vida estatal es un avance hacia la construcción de un estado corporativo
Una característica básica del sistema democrático es la independencia de los diferentes sectores que componen la sociedad para defender y preservar espacios públicos en los que desarrolla sus actividades. Sólo así se puede defender de la voracidad de quienes administran el Estado por ocupar todo espacio público en beneficio de quienes lo gobiernan circunstancialmente, que sienten ser expresión legítima de los intereses generales.
El tema merece ser comentado porque esto es lo que se observa en la concepción político-ideológica del MAS. Como se sabe, su ascenso al poder se explica, entre otras razones, por el apoyo de las organizaciones de la sociedad que se encontraban hastiadas con el viejo sistema político que no supo canalizar sus demandas y se fue encerrando en una torre de indiferencia y corrupción.
Pero, desde entonces, han pasado ocho años y el ejercicio del poder ha provocado que una serie de principios postulados por el MAS vayan variando en función a preservar por encima de toda otra consideración el poder conquistado, actitud que ha decepcionado a muchos de esos sectores sociales al punto que se han distanciado del MAS, actitud que los dirigentes de este partido no toleran.
Esto es lo que ha sucedido, por ejemplo, con el frustrado intento de incrementar los precios de los combustibles; con la política extractiva en la minería y los hidrocarburos y de construcción de caminos que han sido decididos sin la consulta exigida por la Constitución Política del Estado a los pueblos indígenas o con la imposición de decisiones cupulares incluso en contra del criterio mayoritario de sus bases. Así, muchas personalidades y organizaciones sociales que aportaron en sus orígenes al gobierno del MAS se han distanciado, lo que ha provocado en esa organización política no un criterio de rectificación y corrección de errores, sino, más bien, de intolerancia atacando a los disidentes y copando esas organizaciones a través de diversos mecanismos, muchos de los cuales non sanctos.
Uno de esos mecanismos ha sido dividir esas organizaciones a través de dirigentes postergados que vieron en el distanciamiento la posibilidad de conseguir poder; otra, la prebenda vía la cooptación de dirigentes medios; también una especie de chantaje ideológico, como está sucediendo con la Central Obrera Boliviana (COB), utilizando un mismo discurso: que el MAS expresa la voluntad popular y, por tanto, sólo cabe acatar lo que sus dirigentes y las autoridades estatales –mientras sean del MAS– deciden qué se debe hacer; otra actitud es traicionar al pueblo y al Estado.
A ello se debe agregar la acción de intentar deslegitimar a la ciudadanía libremente organizada. Un mecanismo en ese sentido es, por ejemplo, que las autoridades ya no informen de su labor a través de las organizaciones sociales leales al Gobierno, particularmente los productores de coca.
Así y más allá de la retórica, el acto de desconocer a la ciudadanía, organizada o no, como actor principal de la vida estatal, y reconocer esa condición a determinados sectores sociales afines, significa avanzar no hacia la consolidación de un estado democrático, sino en la construcción de un estado corporativo.
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