Sábado, 18 de enero de 2014
 
El Dakar y Nosiglia

El Dakar y Nosiglia

Víctor L. Sánchez Sea.- El sueño se hizo realidad. De las ardientes arenas del Sahara, llegó a Sudamérica y este año se postró en las gélidas tierras del altiplano boliviano; miles de personas coreamos este espectáculo de valerosos hombres, escoltados por una sin par dama española, la única de su género en un evento de talla mundial, el Dakar.
Ver a personas en suelo patrio agitando la enseña tricolor, atesorados de un sentimiento de bolivianidad pocas veces visto, emocionó hasta las lágrimas a quienes creemos que el deporte es una de las disciplinas a sembrar para cosechar hombres extraordinarios que lidien por la grandeza de su pueblo, y sirve como ejemplo para que la generación presente se aparte de los desenfrenos que la amenazan.
Es más, ese estremecimiento fue más fuerte cuando vimos la presencia de dos de los nuestros. Juan Carlos y Walter llegaron a sacudirnos del letargo habitual, nos contagiaron el amor que sienten por Bolivia y recordaron que toda meta tiene sacrificios. A los chuquisaqueños uno de ellos nos sacudió y conmovió más.
El ahora barbudo y cincuentón Nosiglia, aquel niño que jugaba en la fábrica de sombreros “Charcas Glorieta”, donde su padre laburaba, vino a la memoria de varios, o de aquel muchacho con su motito de 100 c.c. que participaba en sus primeras carreras, o de aquel ya pintón joven que, en Joaquín Álvarez, en Marcelo “Negro” Flores, que lo sigue en la aventura Dakar o en el potosino Milder Arzadum, veía los ejemplos a seguir; él también quería ser campeón y lo fue.
Por los lugares donde corrió quedan los recuerdos de un intrépido y galardonado deportista; la plaza 25 de Mayo, la de las mil memorias, fue su cotidiano lugar. Los “hediondos” que quedan, grupo placero al que perteneció, dan cuenta de sus travesuras e inquietudes y no les sorprende los escaños de éxito que ascendió.
Tuvo un espacio social de la época, arraigado en tradiciones pero con proyecciones visionarias, de ahí que emigró a La Paz donde encontró cobijo. Esa educación que tuvo en nuestra ciudad, en su familia y entorno de amigos, le otorgaron un código moral con una serie de valores para ser un hombre de bien.
En la prueba deportiva de fuertes, física, intelectual y espiritualmente, se supo de su formación en un acto de solidaridad, que es nada para el frío ser europeo o americano, al acudir en auxilio de quien lo necesita. Verdad que el Dakar es presente e historia y estas las hacen los hombres, más aún cuando sus sanas acciones alegran el sentimiento humano.
Esa alegría queda cortada luego de saber el abandono forzado de Walter, que por una mala maniobra de un coche de auxilio tuvo un daño irreparable, pero acá también surge la grandeza de este deportista al emitir “su perdón” al causante de ese infortunio y decir que “son cosas de carreras”.
Actitudes que demuestran la dignidad de un campeón, que tiene en el “Chavo” Salvatierra a un discípulo de similares virtudes, no por algo desde niño tuvo a Nosiglia como la imagen a alcanzar.