Lunes, 20 de enero de 2014
 

EDITORIAL

Desigual relación entre Bolivia y China

Desigual relación entre Bolivia y China



Según todos los indicadores, entre Bolivia y China están tejiéndose sólidos lazos de dependencia que renuevan nuestras debilidades históricas

Un reciente informe publicado por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) sobre la balanza comercial entre nuestro país y China, ha llamado la atención sobre la manera como se manifiesta en la economía nacional una de las más notables tendencias del mundo contemporáneo. Se trata de la consolidación de China como el mayor exportador del planeta que contrasta con el estancamiento de otros países del mundo, entre los que se destaca el nuestro, en su condición de proveedores de materias primas.
Las cifras que ilustran tan dispareja relación son elocuentes. Durante el 2013, por ejemplo, las importaciones cuadruplicaron el valor de las exportaciones hacia China, pues mientras Bolivia vendió por un valor de 288 millones de dólares, el país asiático lo hizo por 1.133 millones. El déficit acumulado en el último decenio fue de 3.914 millones de dólares, y las proyecciones hacia el futuro inmediato apuntan hacia la ampliación de esa brecha.
Tan importante como el aspecto cuantitativo de tan desigual relación es el trasfondo cualitativo. Es que mientras las exportaciones bolivianas a China se concentraron en 48 productos minerales, todos vendidos como artículos primarios, sin ningún valor agregado, como plata y sus concentrados (33 por ciento del total), estaño en bruto sin alear (24 por ciento), zinc y sus concentrados (16 por ciento) y estaño y sus concentrados (7 por ciento), los productos que Bolivia importó de China abarcan una variedad de 4.011 diferentes artículos, entre los que sobresalen aeronaves, máquinas de sondeo y perforación, maquinaria agrícola, vehículos y motocicletas, teléfonos celulares, computadoras, aparatos de transmisión y recepción de voz, entre muchos otros instrumentos que llevan incorporado un muy alto valor agregado.
Así pues, si al de por sí alarmante desequilibrio en términos estrictamente monetarios se añade la consolidación de nuestra condición histórica de país productor y exportador solamente de materias primas, habiendo durante los últimos años cambiado sólo el origen de todos los productos industriales que compramos, se tienen abundantes motivos para ver con preocupación lo que tal tendencia significa0 si se la proyecta al futuro inmediato.
En efecto, como también se puede constatar al ver los datos estadísticos, Bolivia no está avanzando sino retrocediendo en el camino que conduce hacia la diversificación de su base productiva. La extraordinaria bonanza proveniente de la demanda de grandes volúmenes y a altos precios de nuestras materias primas está permitiendo la importación de todos los bienes que demanda el mercado interno, pero a costa de liquidar lo poco que se había logrado construir en el sector manufacturero.
Si a lo anterior se suma el constante crecimiento de las relaciones bilaterales entre nuestro país y China a través de la suscripción de acuerdos de ayuda económica, de créditos para financiar obras públicas, las donaciones de equipos y maquinaria o la adjudicación de grandes proyectos estatales a consorcios de la nación asiática, se tiene como resultado una muy clara idea de la velocidad y magnitud que está adquiriendo el establecimiento de nuevos lazos de dependencia y subordinación, esta vez con un país que ya tiene todos los rasgos de una nueva potencia imperial.