RESOLANA
Papá cumple años
Papá cumple años
Carmen Beatriz Ruiz.- El Estado Plurinacional de Bolivia está cumpliendo, hoy, cuatro años. No es un Estado cualquiera. Es un Estado-gobierno. Un ente doble, gemelos siameses unidos por la cabeza. Y la cabeza está en la persona del presidente Morales, y a veces en el Palacio Quemado, sito en la Plaza Murillo, en la Paz, eje neurálgico de un poder doble que algunos ilusos seguimos tratando de separar y descentralizar.
A los actuales mandatarios les gusta decirnos que el Estado-gobierno es como un padre para las y los bolivianos. Pasando por cientos de años de filosofía política y de teoría del Estado, en Bolivia, una vez más, volvemos por los fueros de la refundación. Esta vez, el dizque refundado Estado boliviano viene investido, nuevamente, con la autoridad y las responsabilidades de un padre de familia.
No es cosa de tomarse esa declaración a la ligera, ya que tiene consecuencias indeseables en la vida ciudadana. Hay, por supuesto, coincidencias en la figura del padre con el imaginario del Estado como figura paterna. Pero, también hay diferencias sustanciales y hasta contradicciones que vale la pena repasar. Es cierto que, como papá, el Estado tiene la obligación de cuidar de sus hijos o ciudadanos/as, pero la semejanza llega hasta ahí. Principalmente, porque no lo hace por razones biológicas, sino por mandato de su administración. Y ésta proviene de la delegación del poder del soberano: uno no elige a sus progenitores, en cambio, no sólo elige a sus gobernantes, sino que incluso los puede cambiar o ratificar. Esto hace que el país pueda ser democrático, mientras que en la familia, la autoridad paterna es prácticamente incuestionable. En cierto modo, la prole es siempre menor de edad. El voto, como acto de elegir ya cambia la naturaleza de la relación. Padres y madres son para siempre, mientras que los gobernantes tienen un beneficioso plazo fijo (así no lo quieran).
Aunque los bolivianos creamos que lo inventamos todo, hasta el agua tibia, el páter Estado no es una figura nueva. Centurias y muchos sistemas han pasado por ese puente. Pero es agua que se sigue moliendo en nuestros molinos. En los 89, creíamos que ya habíamos aprendido que Estado y gobierno deben ir juntos, pero no revueltos. En los 90, dedicamos mucha energía social a la reforma del Estado, y ahora, todas las instituciones obedecen a una sola batuta. El dos mil nos convencieron de que la crisis produciría una alternativa mejor y, sin embargo, aquí estamos, bebiendo pasado en copa nueva.
No deja de sorprender el giro que en nuestro país terminan por tomar ciertos hechos políticos, que comienzan de una forma aparentemente nítida y se vuelven sinuosos e indeterminados (en el mejor de los casos) o en otros abiertamente contrarios a su prefiguración. Claro, no se trata de situaciones abstractas, sino del resultado de intereses y de acciones humanas, individuales y colectivas, cuyo influjo las firma, las transforma y, muchas veces, las mata. Por ejemplo, el “proceso de cambio” que nació con un discurso democratizador e incluyente, interpelando al viejo sistema político, en muy poco tiempo comenzó a hacer lo que tan duramente criticaba.
Papá Estado está cumpliendo cuatro años y tiene crisis, como en la adolescencia, desórdenes alimenticios, porque es omnívoro pero nada de lo que come le satisface, y de identidad, su gemelo es su madre, porque el gobierno del MAS nació cuatro años antes, pero no los quiere reconocer. ¿Qué nos depara el futuro con este padre adolescente?
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