EDITORIAL
Una nueva realidad política
Una nueva realidad política
Basta ver nuestra historia para constatar que cuando se desata una dinámica política no hay fuerza que la pueda detener
La prematura apertura de la campaña electoral, que ha abierto espacio al debate político, y algunas decisiones del Tribunal Supremo Electoral (TSE) sobre sanciones por incumplimiento de normas electorales, permite considerar que el proceso de creación de un nuevo sistema político electoral está en marcha.
De otra manera, no se podrían explicar las duras reacciones de las principales autoridades del país en contra de acciones políticas de la oposición que han recibido la atención ciudadana, así como, desde el amplio campo de la oposición, a responder a esas reacciones en forma contundente, interpelando, de paso, al poder.
Se trata de una buena noticia porque el hecho de que luego de cerca de ocho años, puedan reponerse en el debate público las divergencias políticas, rompiendo los pensamientos únicos, da cuenta de movimiento y búsqueda de alternativas que puedan seducir a la ciudadanía para que sea ésta la que decida qué norte dar al país.
Además, como se ha señalado en forma reiterada, estas divergencias se dan dentro de un sistema democrático que mantiene, como línea rectora, el cimiento del voto como expresión de la ciudadanía y legitimador de poder. Es decir, el gran cambio registrado en 1982 en el país ha sido que la dirección política debe proceder de la voluntad ciudadana expresada a través de elecciones libres. Confirma este aserto el hecho de que en los más de 31 años de vida democrática continua han sido elegidos representantes de visiones político-ideológicas absolutamente divergentes, como el modelo liberal republicano y el modelo estatal socialista (ninguno, felizmente, en estado puro), y lo que vendrá –salvo acciones desesperadas de cualquier índole o signo—seguirá respondiendo a ese cimiento básico de la democracia.
Desde el derrocamiento del sistema político-partidario creado a partir de 1982, el MAS asumió el papel rector de la política boliviana y desde 2006 parecía que ése era y sería inamovible. Sin embargo, el desgaste por el ejercicio de la administración pública, así como la soberbia y el uso abusivo del poder en contra del disidente, ha hecho que la gente vaya volcando su atención a otras expresiones políticas escuchando sus propuestas y, lo fundamental, reconociendo que tienen el derecho de expresarlas y de tratar de conquistar su adhesión.
Ese es el proceso que se ha inaugurado en el país y sólo podrá ser detenido, no eliminado, si se imponen corrientes autoritarias. Basta ver nuestra historia para constatar que cuando se desata una dinámica política no hay fuerza que la pueda detener, como sucedió con el retorno a la democracia en el país entre 1978 y 1982.
El desafío es, por tanto, que todos los actores reconozcan que la creación del nuevo sistema político-partidario está en curso, que al país le conviene no obstaculizar su consolidación y dejar que la ciudadanía, libremente, siga definiendo su rumbo.
En definitiva, después de un lapso en el que la acción política, entendida como agregación de demandas y propuestas de visión de país, parecía estar confinada en un estrecho círculo sectario, hoy parece que retorna a la sociedad.
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